miércoles, 29 de abril de 2020

Variantes por el Psicoanálisis





En el seminario 11, Lacan trabaja, siguiendo una pregunta de Jacques-Alain Miller, lo óntico en la función del inconsciente, y lo equipara a una ranura, por donde se abre un instante para luego evanecerse. Recordemos un Lacan cuyo Deseo lo llevó a lo que él llamó excomunión, remitiendo a Spinoza. Y dice algo que conviene recordar, respecto de lo que hoy se debate en torno a los desafíos de lo virtual o lo tecnológico: “Contexto candente, como ya saben. Por razones que habremos de analizar, nuestros hábitos técnicos se han vuelto tan quisquillosos en lo tocante a las funciones del tiempo que, por haber yo querido introducir aquí distinciones hasta tal punto esenciales que las vemos delinearse en todas las demás disciplinas salvo la nuestra, parecía que hubiera debido enfrascarme en una discusión con cariz de alegato”.
Varias cuestiones podemos extraer de esta cita. En primer lugar no hago acá una defensa de Lacan, ni mucho menos me autorizo con esta cita para hablar de un trabajo que hago hace tiempo, en función de las particularidades de la ciudad en la que vivo, experiencia tanto de Analista como de Analizante. Evidentemente muchos tuvieron que salir a dar “alegatos” como lo nombra Lacan, sobre una práctica que se impone, tanto como en su época, “a las demás disciplinas”. ¿No funcionan de esta manera una infinidad de prácticas cuya extracción de valor no tiene un fundamento en alguna realidad?
No es menos Chistosa, en el sentido que tiene el chiste para el Psicoanálisis, retomar esa frase “nuestros hábitos técnicos se han vuelto tan quisquillosos” para abrir una puerta en la realidad ya abierta hace un tiempo en las experiencias de los analistas. Tiempos cuyas pérdidas sólo dan razón suficiente de un Inconsciente que se escabulle a cada rato.
Por eso también, para retomar el valor del chiste, cuyo efecto de humor tuvo que venir de un dibujante como Tute, para mostrarnos que no es en las galas de la imagen que se sostiene un discurso. No porque muchos se rían de las infinitas posiciones caricaturescas en las que caemos los analistas, ha dejado de existir el Psicoanálisis. Hasta me animaría a decir que lo vivifica.
Y ya que estamos, pero sin sacar el peso que cae sobre los analistas de dar un lugar no a lo nuevo, porque el inconsciente ya tiene su recorrido, sino al uso de algún elemento que permita conducir un análisis de acuerdo a las condiciones en las que nos vimos reducidos, me gustaría traer al poeta, que junto a su música, es una tortuga para nuestro Aquiles.
Me refiero a Jorge Drexler, quién en su hiperbólica escritura nos dice:

Que viva la telefonía
En todas sus variantes
Pensando estaba que te me escabullías

Cuando vi tu nombre en la llamada entrante
Bendita cada onda cada cable
Bendita radiación de las antenas
Mientras sea tu voz la que me hable
Como me hablaste hace un minuto apenas

Te quiero, te querré, te quise siempre

Desde antes de saber que te quería
Te dejo este mensaje simplemente
Para repetirte algo que yo sé que vos sabías

Perdonen que insista en elogiar las telecomunicaciones

Aunque todos creen que han inventado algo
Y siguen siendo las mismas las canciones
Benditos los rollos de papiro
Benditas servilletas en los bares
Que han guardado idénticos suspiros
Desde el cantar de los cantares.



    Entonces, lo que nos queda, es o leer el mensaje, o suponer que la técnica se confunde con la política. ¿Acaso hay un psicoanálisis más puro que leer aquellos mecanismos a dónde conduce el malentendido? Y si el psicoanálisis cojea, es porque estará seguramente en ese paradójico resguardo de la causa.   
Que se entienda bien, variantes por el Psicoanálisis, poniendo el acento en el "por", en una Causa que no deja de ser la Freudiana.  

Bibliografía:

Lacan, Jacques : El seminario, libro 11; Paidós, Buenos Aires, 2001.
Drexler, J. (2017) Telefonía.




JORGE LUIS RIVADENEIRA

viernes, 24 de abril de 2020

Del pago posible al valor de lo imposible: sostener el deseo en la pandemia



Uno de los aspectos de lo que no suele hablarse en Psicoanálisis es del dinero, pago de la sesión u honorarios, según la forma que éste tome. Hay quienes utilizan un valor estándar y otros que suelen hacer acuerdos con cada uno de los analizantes.
Y es que la articulación del pago con el análisis, no es de una naturaleza tal que pueda quedar en el plano de lo dado, aunque no es sencillo detenerse en ello, en tanto implica una pregunta por el valor del mismo.
¿Cuánto vale un análisis?
Esta podría ser la pregunta por la que podríamos comenzar, y si bien, pareciera que esto se vincula a la lógica del caso por caso, también es cierto que muchos analistas parten de un “monto fijo” para comenzar a hablar del tema. A la pregunta de cuánto vale un análisis, podríamos agregarle un pequeño matiz llevándolo a ¿cuánto cuesta un análisis? y de allí a una pregunta más radical ¿qué se paga en un análisis?
El pago ingresa como primera medida en la lógica del intercambio, y es dónde más conflictivo se vuelve el hecho de localizar un valor de un intercambio que se constituye de palabras, lo cual rompe de inmediato con cualquier lógica capitalista. ¿Cuál es el objeto que alguien se lleva por el intercambio de palabras? Recuerdo una anécdota relatada por Miller donde un paciente a quien veía una vez por semana, solamente iba a la sesión, se sentaba, se miraban un rato, el señor le pagaba y se iba. Ni siquiera había intercambio de palabras, lo que nos deriva entonces a que no se trata sólo de palabras. Ese fue el pasaje que hizo Lacan para llegar a la idea de Significante. El dinero entonces ingresa en la vía del intercambio por la articulación Significante.
Hay en el mundo el elemento de intercambio primordial que es el dinero, pero ello no explica qué es lo que se paga en el análisis. Se paga lo que no se tiene, es decir, se da aquello que podrá funcionar como causa. Es decir que se paga aquello opaco al intercambio, se paga lo que justamente ningún intercambio podrá delimitar del todo, es decir, aquello que da origen al intercambio y se articula en el lenguaje. Es por esa razón que Freud llegó a articular de manera precisa al pago con la deuda, puesto que la pregunta sería de qué somos deudores. Los apresurados dirán de la vida, pero esto no quiere decir absolutamente nada. Ahora bien, en la actual situación a la que nos arroja la Pandemia mundial, pareciera que de alguna forma, algo de aquello que se articula a la deuda cae como castigo, y es un momento propicio para que el sujeto se escabulla detrás de su neurosis, para no saber nada a lo que su historia está ligada.  
En este último tiempo, es frecuente escuchar que algunos analistas ofrecen su escucha desde la gratuidad.     
Al menos cabe interrogarse por el estatuto de esta posición desde la cual se reciben los dichos del paciente. El riesgo de dicho posicionamiento es que, de entrada, reparte roles definidos, quien escucha “puede”, “tiene” con qué sostener la escucha. Su lugar oscila entre lo humanitario y la consistencia, la garantía de un Otro que desea… ayudar, prestar sentido, alojar. Pero el deseo del analista es un deseo vaciado de fantasma.
En su conferencia "Mi Enseñanza", enuncia Lacan: "Todo gira en torno al hecho de que la función del psicoanalista no es algo evidente, no cae de su peso en lo que hace a darle su estatuto, sus costumbres, sus referencias, y justamente su lugar en el mundo ". 
Este texto nos permite rastrear de un modo inédito, las coordenadas con que Lacan precisa el lugar del analista, su verdadero lugar - que vale también en el sentido de su relación a la Verdad, que no es la suya propia, ni siquiera una ostentable por el Psicoanálisis mismo, sino la Verdad del sujeto.
Con un estilo irónico, provocador, tenaz, se propone llegar hasta las últimas consecuencias, que el oyente se vaya de allí al menos con cierta idea de lo que el Psicoanálisis no es, en el sentido de cierta pretensión de creer que el analista está allí “por el bien de todos”.
Lacan vacía al analista de cualquier sustancia asequible, no hay nada que pueda ponerse bajo la cuenta del analista. Esto equivaldría a decir que el deseo se sostiene propiamente en una ética, lo cual supone, de entrada, una renuncia a toda pretensión de Saber.
No se sabe nada de antemano porque el Inconciente así como el analista, es en Acto.
Es el Acto analítico el que confiere al analista su verdadero estatuto.
Lacan declara: "…Se ocupa un lugar al que un acto nos empuja, así, a la derecha o a la izquierda, hacia aquí o hacia allá. Hubo circunstancias en las que fue necesario que tomara las riendas de algo a lo que, a decir verdad, no me creía en absoluto destinado".
Entonces, “Lugar” y “Acto”, dos significantes estrechamente ligados.
Es la puesta en acto del Inconciente en el discurso donde el analista constituye su lugar, un lugar desde donde puede operar como causa del decir del analizante.
La subversión del sentido es la que confronta al sujeto con su causa, reconduciéndolo a lo Real de su padecimiento.
Ir del Otro al terreno del semblante permite operar allí, en ese lugar privilegiado que Lacan mismo delinea para el analista.
Antes es una suposición de saber encarnada en una función, una x. Es el acto el que le da su lugar, y ese acto se mide por sus efectos en la dirección de la cura.
Al referirse a la formación del analista Lacan nos alienta… frustrándonos, en cierto modo. Nos exhorta a que no hay formación del analista, solo hay formaciones del Inconciente… Del análisis se desprende una experiencia.
Es preciso entonces, transitar por la experiencia del análisis, experimentarse como resto, residuo de una operación, hacer caer los significantes amos que rigen una vida, vaciarlos de sentido, tocar la letra, para poder operar con la palabra despojada, a secas.
Lacan culmina la conferencia citada diciendo: “…Nada es más contrario a lo que se trataría de obtener de ellos, (los psicoanalistas), a saber, que conquisten la justa situación de depuración, de DESPOJAMIENTO, diría yo, en la medida en que se trata de un hombre entre otros, que debe saber que no es saber ni conciencia, sino que depende tanto del deseo del Otro como de su palabra. Mientras no existan analistas que me hayan escuchado lo suficientemente bien como para llegar a este punto, tampoco estarán las consecuencias inmediatas de esto, a saber, esos pasos esenciales que aún estamos esperando en el análisis y que, redoblando los pasos de Freud, lo harían avanzar de nuevo…”.
Este “despojamiento” no es una renuncia al pago. El pago tiene por función poner a circular la deuda del sujeto con el Otro, deuda que lo introduce en la Neurosis.
No es un detalle menor, sino en todo caso un detalle preciso y orientador, aquello que Lacan nos enseña en “La dirección de la cura y los principios de su poder” cuando afirma que se paga de diferentes modos además de que no sólo pagará el paciente. Hay un pago que le concierne al analista, por ello  dirá entre otras cosas, que el analista debe pagar: con palabras, con su persona, con lo que hay de esencial en su juicio más intimo.
Por lo tanto hablar de “pago” en un tratamiento no tiene una significación unívoca tampoco tiene una sola vía de cristalización.
Tomando como eje  la clínica con niños, se puede verificar que el pago no es solamente una cuestión  de dinero: los niños pagan también, en oportunidades con algunos objetos que ceden al analista, y pagan además poniendo a jugar el cuerpo en el análisis.
Por ello, uno de los interrogantes que surgen en este tiempo pandémico es de qué manera se las arreglará un niño para pagar su sesión, o mejor dicho, con qué pagará. 
Para decirlo de otro modo:  de qué cesión hablamos en una sesión virtual.
No ignoramos que para que un tratamiento sea posible algún pago deberá ponerse en acto. 
En este momento tan crucial donde abundan ofertas de tratamientos y de escucha, tal vez sea una condición  fundamental pensar al menos alguna vía para que pueda ser efectuado sobretodo teniendo en cuenta que el no pago podría ser riesgoso y muy  costoso también, valga el oxímoron.
                                                                    
Jorge Rivadeneira 
                                                            María Paula Giordanengo
                                                   
  Florencia Fernandez



Bibliografía

Heidegger, M.; Construir, habitar, pensar (1951)
Lacan, J.; Mi Enseñanza (conferencia de 1967). Paidos 2007
Lacan, J.; Seminario VIII (La Transferencia)
Lacan, J.; Seminario X (La Angustia)
Lacan, J.; Seminario XVII (El reverso del Psicoanálisis)
Lacan, J.; “La dirección de la cura y los principios de su poder” Escritos 2.         

sábado, 18 de abril de 2020

Newness: la novedad del desencuentro



Newness es una película del año 2017 del director Drake Doremus que fue presentada en el festival de Sundance y luego comprada por el gigante streaming de Netflix para su plataforma.
De la misma nos interesa puntuar algunas coordenadas:
La historia que encontramos en la película nos muestra el tiempo por donde inicia una relación de amor: la etapa del enamoramiento en donde las cosas funcionan a la perfección: es decir pareciera que el encuentro sexual es posible. Luego caen en la monotonía y rutina y van a buscar los modos de intentar salvar la pareja. En primer lugar nos interesa situar el momento inicial de la pareja, ¿qué es lo que permite unirlos? ¿Qué es lo que funciona como motor para que se enganchen luego de conocerse por medio del uso de una aplicación de teléfono similar a Tinder?  Para poder comprender y dilucidar este aspecto resulta necesario situar la noche en la cual ellos se encuentran. Esa misma noche que ellos se conocen cada uno por su lado tiene una cita a través de la aplicación, cita que resulta fallida. La muchacha tiene un encuentro con un hombre en el cual van directamente a la cama, pero el encuentro es fallido para ella. Él se  precipita y eyacula precozmente y la frustración recae sobre ella. En el otro escenario, el protagonista se encuentra con una mujer que le confiesa su consumo de Valium, y él que es farmacéutico, se preocupa por la situación, dando por finalizado el encuentro. Esa noche de encuentros fallidos para ambos será el punto de enlace a partir del cual se conocerán, es por eso que podemos decir con Lacan que ese encuentro fallido previo de ambos funciona como un acto logrado, es lo logrado del acto fallido.
Pero avancemos con otro momento de este film. Luego cuando la pareja cae en la monotonía y rutina ellos asisten a un terapeuta de parejas. En la conversación con ellos el terapeuta le sugiere como “tarea” que al volver a su departamento puedan hablar con sinceridad el uno al otro, se hagan preguntas y las contesten sin mentirse. Al regreso a su departamento y cumpliendo con la recomendación terapéutica ellos harán el juego de la sinceridad del uno al otro, sus preguntas girarán en torno a indagar sobre el CV sexual del partenaire: ¿Con cuántas personas te acostaste? ¿Cuándo fue tu primera vez? Luego de esta exploración deciden tener sexo en la ventana del departamento convocando así a la mirada de los habitantes del edificio del frente.
Aquí nos interesa detenernos en este aspecto ya que expone un aspecto central de la película y es lo que conocemos como el objeto mirada. El objeto mirada es un objeto del deseo al igual que la voz, es decir, objetos que se articulan al deseo. Y en esta película es central cómo funciona en la vida de esta pareja, el cual podemos rastrear desde lo más anodino y obvio hasta aspectos más sutiles en los cuales el objeto mirada organiza la dialéctica de esta pareja. Por un lado sabemos que se conocieron a partir del uso de esta aplicación que consiste básicamente en mirar fotos de personas, que haya coincidencia en los gustos para que se produzca un match y así poder iniciar la posibilidad del encuentro. Pero no es sólo este aspecto ni que hayan tenido sexo en la ventana por los cuales decimos que el objeto mirada está presente sino que se articula a otro tema central que aborda esta película y es la cuestión del poliamor.  
La conversación entre ambos posterior al terapeuta y el sexo ante la mirada de los vecinos del frente desencadenará una conversación en las cuales habrá las siguientes propuestas que irán cumpliendo: “¿Quiero expiarte en una cita?” Como le dice él, y por su lado ella “Quiero ver cómo te baila una streaper.” Esta clase de propuestas impulsadas por el ser honesto el uno con el otro y motorizadas por el objeto mirada producirá que asuman, o intenten asumir al menos, la tan mentada “responsabilidad afectiva”. Es decir ellos intentan que no haya mentiras del uno al otro, intentan borrar cualquier rastro y registro de opacidad, intentan alcanzar un sujeto transparente y es ahí, bajo esa modalidad, donde volvemos a encontrar el objeto mirada, en donde bajo un artificio de voluntariedad del yo, intentan borrar la opacidad del otro, intentan negar a través de su comportamiento que haya la dialéctica de lo visto y de la mirada.
Por otro lado, la historia nos sumerge al mundo de los divinos detalles, tal como es presentado por el protagonista a la hora de dar una razón del sostenimiento del amor. Sin embargo, esto no logra constituirse como una metáfora por mucho tiempo. Es importante en este punto remitir a aquello que Freud ubicaba bajo el nombre de Condiciones del amor, tan bien articulado por Miller a las Condiciones del Goce. ¿Cómo se presentan dichas condiciones? Del lado de lo fálico, ellos ingresan a una infinitización del vínculo amoroso, llevando hasta el extremo la frustración. Querer conducir la vida amorosa por el lado de la significación sin percatarse de las condiciones, es como ingresar a un laberinto donde el falo se repite es su combinatoria de deslizamientos. La frustración conduce a una falta, pero no se liga a la pérdida, aquella constitutiva de la condición de Goce. Podríamos decir que se “olvidaron” de aquello que los había unido, pero como nos recuerda Lacan, el inconsciente no es olvidar lo que se sabe, sino no querer saber aquello que los causa. Por eso es interesante cómo ella abre el camino hacia el saber, a través del saber de las novias y del no saber introducido por aquel añoso personaje que ingresa al final, para decirle a la muchacha que “los más tristes son los que no saben lo que quieren”. Los amantes van pasando por una escena mirada por otro, pero cuyo director pareciera haberse retirado. Atados al desencuentro, será la posibilidad de la pérdida lo que los conduzca a una pregunta respecto de sus condiciones de goce. Si bien el Director pareciera darnos una solución al final, en el reencuentro, creo que más bien hay que estar advertidos de la función de la repetición. Y lejos de encontrar en un terapeuta “consejos” de cómo llevar adelante una relación, será preciso suponer que es la puesta en juego del saber inconsciente, lo que les permitirá dilucidar algo de lo que advenga en lo sucesivo. 

Gabriel Artaza Saade y Jorge Luis Rivadeneira
18/04/2020

jueves, 16 de abril de 2020

La perversión y la mujer



La perversión y la mujer
La perversión es consustancial al hombre, es muy poco frecuente encontrarse con casos de perversión femenina franca si tomamos como piedra de toque de esta posición que el sujeto se avenga en su fantasma a ser instrumento del goce del Otro.
En el Seminario 6 Lacan nos ofrece una elucidación tentativa respecto a la escasa casuística de perversión que se inscribe respecto al género femenino:
¿Qué hemos descubierto acerca de la economía inconsciente de la mujer sino que ella resulta colocar en equivalencias fálicas todos los objetos que pueden separarse de ella, incluido –y en primer lugar– el objeto más natural que se separa de ella, a saber el producto infantil? (…). Por eso, los objetos de los cuales nos separamos terminan por tomar para ella, del modo más natural del mundo, si puedo expresarme así, la función del objeto del deseo. Y esto es lo que explica –creo– la menor frecuencia de la perversión en la mujer. (…) Al exponer que, si entre las mujeres hay menos perversiones que entre los hombres, se debe a que en general ellas satisfacen sus relaciones perversas dentro de sus relaciones con sus hijos. No es que por esto su hija está muda, sino que por esto hay algunos niños de los cuales debemos ocuparnos como analistas (Lacan, 1958-59: 499).
En la época que Lacan hace esta observación la perversión está pensada en relación al campo del deseo y el falo, y no todavía, al campo del goce y el objeto a donde va a ganar mucha mayor precisión conceptual. A primera vista, la mujer entonces, para escándalo de todos, puede satisfacer sus relaciones perversas, no tanto como mujeres sino como madres con sus propios hijos o hijas. Incluso, vale la pena recordar en este punto el lugar que le asigna Freud al Otro primordial erotizando el cuerpo del niño que devendrá un pequeño perverso polimorfo:
El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de satisfacción y de satisfacciones sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona –por regla general, la madre– dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa, lo mece, y claramente lo toma como sustituto de objeto sexual en pleno derecho. La madre se horrorizaría, probablemente, que con todas sus muestras de ternura despierta la pulsión sexual de su hijo y prepara su posterior intensidad (Freud, 1905: 203).
No obstante, no hay que confundir la erotización del cuerpo del niño que lleva a cabo la madre, fruto de sus cuidados, incluso de su deseo, falicizando la figura de ese niño; con reducir a ese niño a un objeto de goce donde, en mi opinión, se vuelca francamente la perversión materna. En otras palabras, no hay que confundir el deseo de la madre hacia el niño con el goce materno que reduce a ese niño no al falo sino al objeto a y los efectos de estrago que esto puede desencadenar.
Y si bien la perversión en la mujer puede inscribirse bajo el régimen del goce de la madre, en términos de las fórmulas de la sexuación, la perversión a la luz de la instrumentalización kantiana del sujeto, en la que se articula su deseo como voluntad de goce, es consustancial a la posición masculina de las fórmulas. Puesto que la lógica del no-todo solidario a la posición femenina objeta precisamente la lógica universal del imperativo kantiano que se ordena de lleno en el campo del todo fálico. Dicho de otro modo, las fórmulas de la sexuación exigen separar la madre que queda del lado hombre de las fórmulas; de la mujer, que no solo va más allá de los sustitutos fálicos, sino también de la perversión polimorfa del macho que ordena el modo de gozar con los objetos. Y si bien Lacan en su Seminario 14 formula que “plantearse la cuestión del goce femenino es abrir la puerta a todos los actos perversos” (Lacan, clase del 7 de junio de 1967) esto no quiere decir que el goce perverso se ubique del lado femenino de las fórmulas de la sexuación, pues de ningún modo el goce del fantasma perverso que encuentra su resorte en el imperativo categórico y su ambición universal, se puede medir con la lógica del no-todo.
Fuera de la anatomía, el sexo y el género, la degradación del otro a un objeto es consustancial a la posición masculina de las fórmulas de la sexuación. Lacan al plantear sus fórmulas en términos de función de x, término que toma de Frege, lo desprende del campo anatómico o de género que presuma establecer una diferenciación sexual, puesto que operar con funciones quiere decir que cualquier x, –o sea la variable de la función–, hombre, mujer, hermafrodita, gay, lesbiana, no binario, trans, travesti o queer, que se avenga a inscribirse del lado de la posición masculina mantendrá una relación con el goce subordinada a la función fálica y la degradación del partenaire a un objeto se impondrá como condición de su deseo, lo que Lacan llama perversión polimorfa del macho en el Seminario Aun; mientras que cualquier x que se avenga a inscribirse del lado de la posición femenina su relación al goce será no-toda regulada por la norma fálica, partiéndose la forma de habitar el goce como un Jano que mira con uno de sus rostros al falo, Φ, puesto que no está más acá del falo sino de lleno en él; y con la otra cara al significante de la falta del Otro, S(Ⱥ), inaugurando una relación al goce que se constituye respecto al primado fálico, pero también a la perversión, en un más allá.
Ahora bien, la fórmula “la perversión polimorfa del macho” no hace referencia estricta a la estructura perversa sino a la perversión por estructura que habita el ser hablante.
 En conclusión, debemos distinguir el goce del Otro, al cual le rinde culto la perversión, inscripto de lleno del lado hombre de las fórmulas, respecto del Otro goce, que implica en todo caso que el ser hablante, -repito, sea hombre, mujer, hermafrodita, gay, lesbiana, trans, no binario o queer- vaya más allá no solo del régimen fálico sino también de su perversión, hacia el goce femenino.

 Por Tomas Otero

* Tomás Otero es psicoanalista. Doctor en Psicología y Magíster en Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires. Docente de Clínica de Adultos I y de la materia electiva Usos del Síntoma de la Facultad de Psicología UBA. Investigador Becario Postdoctoral de la misma Casa de Estudios. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano y del Foro Analítico del Río de la Plata. Ha publicado numerosos trabajos y ensayos en ámbitos académicos, científicos y de interés cultural. Ha publicado como autor Tres ensayos sobre la perversión (Letra Viva 2013) y Las Clases en coautoría (Santiago Arcos 2015), entre otros libros de psicoanálisis y ensayo.


lunes, 13 de abril de 2020

¿El pánico es miedo?



Ataque de pánico: manual - Quo



                              ¿El pánico es miedo?
                                        El corcel


Introducción:
Vivimos con miedo, pero también podemos afirmar que por el miedo
vivimos, dado que el fuego antes de quemar, pega. Todo lo anterior no
desmiente la afirmación de que una vida con miedo no es vida. No
podríamos decir la vida es sueño porque nos despierta constantemente
el miedo. Es más, hasta en los sueños, el miedo nos despierta.
Se registra el miedo a la pobreza, pero también los ricos tienen miedo a
perder lo que tienen. En este sentido los ricos son analizables porque
tienen miedo.
Esto significa que el miedo orienta al Psicoanálisis?. No hay dudas de
esto, dado que el miedo es una manifestación del sujeto dividido. Sin
embargos las dudas también están atadas al miedo a….equivocarse.
Existe como sabemos miedo al fracaso, pero no olvidemos que también
hay miedo al triunfo, por algo muchos fracasan en este punto, o temen
que los triunfos hay que pagarlos con alguna desgracia.
Vivimos con miedo a la muerte, a veces desde muy chicos. Miedo a que
mueran los padres, también el niño se ve amenazado. Algunos se dan
por muertos para escapar al miedo a la muerte. Hay quien se alegra de
haber escapado a la muerte, porque ya vivió. También están los que
desafían este miedo, los que se pelean con él.
Una madre le decía a su hijo de 7 años que tenía miedo a morirse:
“tranquilo que falta mucho”, es decir el engaño, como bálsamo ante el
miedo.
El miedo se mete también en la sexualidad, no existe una convivencia
pacífica entre lo masculino y el miedo. Eso es para las mujeres, o bien
para los hombres que no son tales.
Pero también el miedo al dolor, o al sufrimiento provoca que
busquemos la muerte.
El honor hace que enfrentemos la muerte sin temor. Es decir hay
antídotos contra el miedo.
Las estadísticas no tranquilizan, dicen que el avión es el medio más
seguro de transporte pero quien no considera que el avión se puede
caer?. El comandante del Jumbo que estaba por aterrizar en la isla
Margarita, estaba a solo 10 minutos de su jubilación, no contaba o
quizá si, con la bandada de pelicanos que se metería en las turbinas de
su avión provocando su caída al mar.
También el miedo a hablar en público es a veces muy angustiante.
Dicen que Lacan se alteraba el día antes de dar su Seminario.
Joyce se tiraba en la cama y le gritaba a su mujer que el escribía sobre
lo incomprensible del ser humano. Pero eso le impedía vender sus
libros.
A nuestra Ética la denominamos de “forzamiento” y esto se verifica.
Entablamos una lucha con la consistencia del yo y sus manifestaciones.
La voluntad de decir, el querer explicarse, el pretender contar los
sueños, el conversar, el relajarse.
No pocos pacientes de Lacan cambiaban de analista porque no los
dejaba hablar de ellos. Lo comprobamos todo el tiempo.
Un paciente me decía: “me debe 20 minutos de sesión, sabe que nunca
le pagaré, suelo no pagar deudas que hacen daño al acreedor”.
Otro me decía, que con gente esperando, y apremiado por el poco
tiempo no podía relajarse para pensar y explicarse. Por suerte cerca de
mi consultorio hay un buen instituyo de yoga para los que quieren
relajarse.
Esto vale también para los analistas. Hemos abandonado las clásicas
poltronas con apoya pies, aunque tengan un nombre muy querido para
nosotros. Los reemplazamos por sillas con resorte. La relajación no es
para el analista lacaniano.
Los pacientes que esperaban en la sala de espera le reclamaban al
analista que estaba extendiendo demasiado el tiempo de las sesiones,
el analista respondió: estoy cansado.
En conclusión, es fácil decir: la sesión no es para pensar sino para
hablar y ser hablado por lo que se dice. Pero no es tan fácil ejercerlo.
El miedo puede constituir una amenaza: Aquí entro de lleno con el Psicoanálisis.
Sigmund Freud habló de: “amenaza de castración”. Pero resulta que la
amenaza y el miedo consiguiente tienen funciones, no solo de malestar,
sino constitutivas de todo sujeto. Cuando esta amenaza no funciona, el
miedo viene a reforzarla. El miedo es la solución imaginaria al déficit
de la función paterna y su amenaza. Un padre bueno amoroso no
siempre es un buen padre. Los síntomas de los hijos vienen a
recordarle que es necesario el miedo bienhechor. Una madre grita todo
el tiempo a sus hijos, y les repite sus indicaciones. Nos queda claro, su
palabra carece de autoridad, no está sostenida en el miedo, en la
amenaza. Recuerdo el ejemplo de una madre que cuando les decía a
sus hijos que fueran a dormir y no le hacían caso, los amenazaba con
empezar a contar hasta tres. Por suerte nunca tuvo que llegar a esa
cifra, porque, me cuenta, que no hubiera sabido que hacer si llegaba a
tres. Es evidente, en este caso funcionó la amenaza.
Dice Osvaldo Lamborghini que Argentina es: “Gran llanura de los
chistes” , las palabras no tienen peso de cumplimiento. Propone hacer
presente a un japonés llamado Tokuro, que hace pesar la palabra
matando al que no la cumple. No hace falta tanto, la pena de muerte se
sabe no desalienta el crimen.
Esto nos plantea el tema de la diferencia entre la autoridad y el
autoritarismo.
Los alumnos de un colegio secundario de nuestra Capital, no temen la
sanción de la autoridad. Podríamos decir que las autoridades están
amenazadas de castración. Los alumnos, aprovechándose de esta
situación, han desarrollado una especie de vicio: tomar el Colegio, pero
no sólo, además decidieron no dejar entrar al rector. Les pregunte si
pensaban designar a otro en su lugar. No consideraban que lo habían
destituido. Me respondieron que todo se arreglaba porque para eso
estaba la política. Es un efecto de la democracia, cierta degradación de
la autoridad si es que hay que llegar a una negociación.
La angustia no es el miedo:
Ella es “el” afecto, mientras él es “una” emoción. Se nota la
deslocalización de los sexos cuando no tenemos en cuenta los goces.
Uno está en la estructura y otro en el fenómeno, lo que tiene
resonancias en la distancia entre el sujeto y el yo.
Pero entonces, cómo colocar la angustia de castración en un sujeto que
por definición no tiene subjetividad. Esto nos llevará en su momento a
hablar del afecto y del cuerpo.
Juanito nos enseña que cuando falla la amenaza de castración el precio
es el miedo al caballo. El tenía ese recurso, pero, qué le espera al padre
de hoy que está prohibida la circulación de los caballos en la vía
pública. Le espera la decadencia, no habrá otro remedio mas que
arreglárselas cada uno con lo que tiene de propio.
Spinoza lo llamaba “perseverar en el propio ser”.
Nosotros que desconfiamos del ser por estar involucrado con los
semblantes, no nos queda otra que arreglárnosla con el sinthome y el
escabel, a fin de cuentas no deja de tener resonancias con corcel.
Nuestro corcel es nuestro caballo.
Esta solución ya no es imaginaria sino bien real. Tiene valor
terapéutico, pero además hace de nuestro pasado, no el
condicionamiento de nuestra vida, sino un fantasma muy presente.
Pero eso no ocurre sólo, para lograrlo hay que analizarse.
Los que han terminado un análisis y además ocupan el lugar del
analista, lo hacen en dos tiempos:
1- presencia del analista como manifestación del inconsciente, de la
mano de la interpretación simbólica.
2- presencia del analista como sinthome, de la mano del corte, y del
equivoco, apuntando a lo inequívoco.
La alteridad de la amenaza no es el espanto:
Los cisnes negros de Nassim Taleb nos han permitido contar con lo
inesperado, con el fuera de cálculo “…Nuestro mundo está dominado
por lo extremo por lo desconocido y lo muy improbable” .De esta forma
han dejado de ser amenazas o hechos míticos para pasar a ser
realizaciones efectivas. Es el fracaso de las reglas, de los tratados, de
las leyes y de los acuerdos que pretendieron regularlos. ¡Ocurren!
Considerando el espanto como respuesta subjetiva diferente del
miedo, descartamos las consideraciones cuantitativas para centrarnos
en la posición del sujeto.
El espanto es la experiencia del aplastamiento del sujeto, que en estas
circunstancias carece de respuesta, no tiene corcel. Se parece al sujeto
psicótico aplastado por el goce del Otro.
El paradigma de dicha posición es la que tanto Primo Levi como
Agamben denominaron: “el musulmán”,”..el musulman de Auschwitz
parece haber perdido, por el contrario, cualquier forma de voluntad y
de conciencia”  en referencia a aquellos sujetos que en los campos de
exterminio del nazismo, carecían de toda respuesta: ni miedo, ni
angustia, ni alivio. Es la reducción máxima del sujeto a su condición de
objeto. Está más allá de lo que denominamos la “melancolía lacaniana”,
que muchas veces pasa desapercibida bajo el manto de la depresión.
Melancolía sin delirio de indignidad, ni autoreproches, bien en
consonancia con “el musulmán”.
El hilo de la violencia:
La violencia recorre todos nuestros temas.
Como dicen Heidegger y Fink:  “cuando gobiernan los dioses todo es
armonía pero cuando lo hacen los hombres la violencia es inexorable”.
Freud la alojo como pulsión de muerte y la definió como pulsión de
destrucción.
Lacan le agregó otra cara a la pulsión de destrucción: la de creación.
En el plano imaginario la pulsión de muerte es destrucción, pero en el
plano simbólico, es creación ex-nihilo.  “ Es exigible en este punto del
pensamiento de Freud que aquello de lo que se trata sea articulado
como pulsión de destrucción, en la medida que pone en duda todo lo
que existe. Pero ella es igualmente voluntad de creación a partir de
la nada, voluntad de recomienzo”. La muerte de la Cosa abrirá el
camino de la sublimación estructural.
Esto nos lleva a considerar que no toda violencia es negativa, como el
sentido común interpreta.
Qué hacer?:
Las respuestas clínicas convocadas por la diferencia entre el miedo y el
espanto, se orientan por un axioma: la angustia no se interpreta.
Esta formulación esta sostenida en el principio de que cuando la
angustia no esta localizada, hay que enmarcarla.
El interrogante es cómo.
Es necesario distinguir la presencia del analista en relación con los dos
tiempos antedichos.
Si retomamos la formulación del Seminario XI: “la presencia del
analista es una manifestación del inconsciente”, esta posición no es la
más adecuada en la medida en que esta presencia del analista divide, y
el sujeto angustiado es un sujeto sumergido en la división, por lo tanto,
hay que extraerlo de allí. Tampoco la presencia del analista como
sinthome, en la medida en que esta posición cuenta con un sujeto del
significante como condición de posibilidad. “Pienso que el
psicoanalista solo puede concebirse como un sinthome. El psicoanálisis
no es un sinthome, si el psicoanalista” .
Para tratar la angustia, el analista debe estar en posición de Otro de la
demanda.
Esto implica un trabajo de alojamiento y de reconocimiento por parte
del analista, que permita enmarcar la angustia.
Recordemos la formulación de Lacan de que desculpabilizar no alivia la
angustia.
Todas estas formulaciones luchan contra el sentido común del analista.
Por ejemplo cuando un padre médico, se acusa de no haber podido
salvar a su hija, no se trata de aliviarlo de la responsabilidad que se
adjudica, sino de captar que su esfuerzo es colocarse en el lugar de la
causa de un hecho inasimilable. Es su forma de comenzar el duelo.
Conclusión:
El llamado ataque de pánico que alude al miedo, al espanto y a la
angustia, desconoce las particularidades que hemos ido precisando en
este texto. Esta denominación satisface necesidades de aquellos
sujetos que necesitan tener una localización consistente: ataque y
pánico. Estas clasificaciones desconocen los recursos que cada sujeto
tiene para responder a aquellos fenómenos de su vida que lo acosan.
Al desconocer los recursos de cada sujeto abre un solo camino: la
medicación.
El trabajo del psicoanalista consiste en desarticular esas categorías
generales y de esta forma se posiciona frente a los efectos
universalizantes de la Ciencia, apuntando a rescatar al sujeto cuya
única particularidad es la de no tener ninguna.

                                                                               Jorge Chamorro

BIBLIOGRAFÍA.

AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Ed. Pretextos. 2009
AIRA, Cesar. El cerebro musical. Ed. Literatura Random House. 2016
HEIDEGGER Y FINK: Heráclito. Inédito.
LACAN, Jacques. Seminario 7. La Etica del psicoanálisis.
Seminario 11. Los conceptos fundamentales.
LAMBORGHINI, Osvaldo. La causa justa. Tomo II. Ed. Sudamericana.
2003
SPINOZA. Obras Completas. Ed. Acervo Cultural. 1977
TALEB, Nassim Nicholas. El cisne Negro. Ed. Paidos. 2010

domingo, 5 de abril de 2020

La virtualidad, ¿motor u obstáculo en el trabajo con niños?



En este último tiempo, cuando el encierro nos ha conminado al aislamiento, una pregunta insiste entre analistas. ¿Cómo continuar el trabajo clínico con niños a distancia, cuando allí el cuerpo está presente todo el tiempo y es convocado en el acto lúdico?
Sabemos que la clínica con niños tiene su especificidad, como así también que cada sesión de análisis requiere de una apertura a la invención y de un habilitar a que la sorpresa advenga.
El Covid-19 y como efecto colateral la cuarentena, el distanciamiento físico y con él la imposibilidad de trabajar cuerpo a cuerpo nos enfrentan a la pregunta de si se puede o no pensar en un trabajo de análisis con un niño de manera virtual.
La posición del analista y su presencia no necesariamente implican el cuerpo físico, nosotros que trabajamos con el inconsciente sabemos que es profundamente corporal pero no es el cuerpo, por otra parte, la voz también es cuerpo y el cuerpo podrá ser encarnado por la voz.

A continuación expondremos dos breves fragmentos clínicos bajo las coordenadas de la virtualidad, para abrir paso a algunos interrogantes.

1) Después de 4 meses de entrevistas presenciales, el analista recibe al niño de 7 años a través de una videollamada.
Entusiasmado, dirige la pantalla del teléfono hacia su habitación, y muestra sus juguetes. Había dispuesto muñecos y autitos para jugar. Curioso, le pregunta a la analista dónde se encuentra, detrás llega a ver algunos libros y fotos familiares. 
- ¿Vos tenés hijos? 
Habían transcurrido varios meses pero esa pregunta llegaba ahora inesperadamente, a la distancia.
- Te voy a regalar una foto mía así la tenés en tu escritorio.
Pocas veces había mencionado su encopresis. Las veces que lo hacía era de un modo fijo, sin variaciones, si el analista insistía en que le cuente sobre eso, enmudecía.
Ahora la pregunta por el valor fálico de un hijo y su lugar en el Otro aparecían por primera vez. 
La sesión transcurrió en un recorte del tiempo y en otra dimensión del espacio, ni suyo ni mío, me atrevería a decir, en cierta “extracorporalidad”, en un “entre”, en el que tuvo lugar una pregunta por el deseo del Otro que abriría paso a otros atajos en el análisis.

¿Qué es el objeto anal sino aquello que el niño consiente a separarse del cuerpo?

El trabajo con niños es una clínica difícil. Su particularidad es el lugar que tiene el cuerpo en la palabra y la palabra que se hace cuerpo en el escenario del juego infantil.
Cada sesión transcurre en el interjuego entre la espera paciente y la invención. 
Esta vez las condiciones cambiaron, ya no fue analista quien lo esperó en el espacio cerrado del consultorio, sino que allí una inversión en la espera, hizo que él, de algún modo, fuese quien esperase para entrar a su pequeño mundo, en su intimidad, entre sus cosas. Allí se abrió paso, por primera vez, una pregunta.
Aún no es tiempo de precisar si las condiciones de la virtualidad predisponen otras vías posibles en el trabajo con niños. Este caso permite pensar en que sí fue posible que algo novedoso apareciera.
La virtualidad es una contingencia, pero puede resultar virtuosa si aprendemos a hacer con ella.

2) Hace unos días, en una sesión a través de una videollamada un niño de 6 años que está en tratamiento hace casi un año por algunas dificultades para manejar sus enojos y un importante apego respecto de la figura materna,  resuelve mostrar a su analista sus dibujos eligiendo dos : uno de animales y otro de laberintos.
Respecto del primer dibujo elegido, cuenta que allí hay dos jirafas una linda y otra que da miedo, cuenta que esta última tuvo que ser arreglada : “una era linda y buena y la otra fea y mala”. Frente la pregunta de quién dice eso, el niño responde, “mi mamá ...y yo”. La intervención de la analista allí será: “ tu mamá o vos?”. De allí un silencio para dar lugar a la respuesta: “mi mamá, creo”. 
Luego, escoge el dibujo que contiene un laberinto. Cuenta de  los obstáculos con los que allí tropieza, los animales salvajes que largan veneno y allí comienza a hablar de los miedos, sus miedos: en su clase hay amigos con los que se peleó porque él los pateó. Frente al pedido de la analista de que hable de ello, el niño con angustia comienza a relatar que sus compañeros de clase lo  tenían encerrado y no lo dejaban salir.
Como en el laberinto? preguntará la analista a lo que el niño responde que sí y agrega que  su laberinto no tiene salida sino que hay que volver al principio.
Volver al principio, podrá ser eventualmente una salida, una solución que habilite un nuevo recorrido.

Hasta aquí dos situaciones breves que nos convocan a escribir para hacer lugar a lo que en un  análisis con niños puede acontecer a través de un dispositivo que lo que pone al descubierto es que analista y analizante están en juego.
Dice Oscar Masotta: “donde circula la palabra el analista tendrá un lugar”, por tanto la palabra puede hacerse presente a través de un teléfono o a través de una computadora. Así  como también puede ausentarse estando presentes con el cuerpo.
Será entonces tarea del analista hacer lugar al acto que habilite y sostenga un análisis maś allá del medio que utilicemos para dichos fines. 
Hasta hace poco tiempo lo creíamos imposible, ahora podemos preguntarnos respecto de si ese no sería sólo un obstáculo en el  laberinto del analista.

Florencia Fernández
María Paula Giordanengo
















Obertura a la Clase para Zoom: “La Transferencia Hoy” (Puntualizaciones sobre el Seminario 8 de Lacan)



     Este momento que estamos atravesando es inédito en la historia de la humanidad, casi todo el mundo a la vez recluido desde sus hogares, haciendo aislamiento. Esto nunca pasó y esperemos que por lo menos en nuestras vidas no vuelva a pasar. Hay dos categorías que son el tiempo y el espacio que actualmente se encuentran alteradas o revisitadas por decirlo de alguna manera, y que por lo tanto merecen ser revisadas bajo este contexto actual. El TIEMPO actualmente es un continuo de permanentes domingos por así decir, todos los días son iguales, o “every day is like Sunday”, como el tema de Morrisey,  o como esa película llamada “El día de la marmota” en Argentina, esa del periodista que va a cubrir un evento a una ciudad con el menor interés y queda atrapado en el mismo día una y otra vez. Es excelente esa película si no la vieron les sugiero, quizás no da una idea de qué hacer con el tiempo ahora. De hecho hay en youtubbe un video de ese tema de Morrisey con imágenes de esta película.



     Y la cuestión del ESPACIO también nos lleva a qué pensemos esta cuestión ya que el espacio hace que pensemos en los límites del interior y el exterior. El consultorio de un psicoanalista es un “exterior” pero también es un “interior”, un lugar EXTIMO decimos los psicoanalistas, es decir, un interior-exterior como en banda de Möbius para los pacientes. Es decir, el analizante cuando va al consultorio de su analista va a un lugar de afuera, externo pero que a la vez le pertenece porque allí encuentra su “interior”. Por eso les decía que el consultorio tiene la figura de banda de Möbius, de exterior-interior y a eso llamamos EXTIMO los psicoanalistas, es la idea de extimidad.


     Entonces tenemos un TIEMPO en continuo actualmente y un ESPACIO difícil de delimitar, particular en estos momentos ya que lleva al espacio VIRTUAL en el cual transcurren las sesiones de psicoanálisis en estos momentos. Ahora hay que ver si todos los pacientes tienen la comodidad del “cuarto propio”, así se llama un texto de Virginia Woolf, para poder establecer una llamada o videollamada y poder hablar de su “intimidad”.  Sobre este aspecto escribí un texto para el blog que hacemos con otros amigos psicoanalistas, blog que se llama EXTREMIDADES (link).
     Para romper con ese continuo que les decía es que resulta fundamental la idea del CORTE, que es otro concepto que van a encontrar varias veces en Lacan y abordado desde distintas disciplinas, por ejemplo la topología. En relación a lo anterior que les decía para que salir de lo continuo del TIEMPO es necesario el CORTE al igual que con la categoría del ESPACIO. Lo que delimita un adentro y un afuera es el CORTE que es necesario establecer, es como si ahora estuviésemos sufriendo por el permanente continuo, por la dificultad de establecer un CORTE. El corte tiene una función principal en el psicoanálisis ya que permite delimitar una superficie y, a su vez, la enseñanza que se desprende de esto es que a partir de que hay un corte hay un resto que cae (sobre esto volveré al final de mi charla). Enotnces les decía que la dificultad de establecer un CORTE ahora también tiene que ver con ¿cuándo vamos a salir de esta cuarentena? Y ¿Cómo vamos a salir de esta cuarentena? Hay distintos artículos que circularon de grandes filósofos contemporáneos que a mí me gusta leerlos: desde Badiou, Zizek, Byung-Chul Han, Jean-Luc Nancy y Paul Preciado, principalmente, están reunidos todos en una publicación que salió hace muy pocas horas y que se denomina “Sopa de Wuhan” (aquí). No les voy hacer un comentario de cada uno, no es mi propósito ahora. Pero para articular con lo que dije anteriormente me gusta la idea de Paul Preciado [este artículo específicamente me interesa] quien bajo una perspectiva foucaultina dice que cada sociedad disciplinaria, postdisciplinaria en realidad, construye un tipo de enfermedad acorde al disciplinamiento que se quiere ejercer en esa sociedad. El artículo de Preciado dice: “Dime cómo tu comunidad construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus epidemias y cómo las afrontarás”. A mí me parece buenísimo este artículo de Paul Preciado ya que plantea múltiples problemas, hay algo incluso medio exagerado esperemos en lo que ella comenta, planteando el tema de las máscaras, algo que me interesa mucho en estos momentos porque estoy escribiendo sobre eso en función a las masculinidades, pero volviendo a su artículo llega a plantear incluso que nuestro límite se reducirá cada vez más hasta llegar a nuestra piel. En función de estos artículos y específicamente del artículo de Paul Preciado que me parece fundamental, me preguntaba qué podemos decir nosotros o qué es pertinente para nosotros decir, desde el psicoanálisis, y creo que una de las cuestiones más importantes es poder indagar sobre los vínculos libidinales en estos momentos y cómo resultarán los mismos postcuarentena. Y en este sentido creo que después de esta cuarentena no vamos a salir mejores, como algunos optimistas plantearon sino que al contrario, vamos a salir más paranoicos con el otro, más atemorizados, etc.  Me dirán que soy pesimista pero el otro día pensaba ¿cómo vamos a volver a un consultorio, por ejemplo, de un odontólogo? A abrir la boca a un lugar donde circulan otras personas, posibles transmisores de ese virus. ¿Ese virus desaparecerá del todo? ¿Cómo volveremos a abrazarnos? Para bailar, para saludarnos, etc. Bueno, no quiero ser tan bajón, es sábado a la mañana, así que por ahora dejó acá estas cuestiones. Nosotros al dictar este curso virtual de este seminario de Lacan estamos haciendo una apuesta por EROS, pero es imposible que no nos preguntemos si la erótica en el campo de las relaciones libidinales no se verá trastocada, en sí, se intensificarán las defensas del sujeto, etc. Hacia el final vuelvo sobre esto pero por ahora ya es suficiente como introducción.

                                        Gabriel Germán Artaza Saade.-
                               (Apertura de la clase del 04-04-20 vía Zoom)