miércoles, 23 de octubre de 2019

“De lalengua al lazo social, en la clínica del Autismo”




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“…Por empeñarse en ser el destinatario de los signos ínfimos de lo real de lalengua, sin ocuparse del sentido, el analista puede tener una oportunidad de convertirse en el partenaire del psicótico en lalengua de la transferencia, y permitir así inscribir al sujeto psicótico en un lazo social hacia una elaboración de saber”[1].



Teniendo en cuenta la tesis que Lacan expone en el Seminario XX “Aún”, a saber; “El lenguaje es una elucubración del saber sobre lalengua”, tomaré un fragmento clínico para dar cuenta de un modo singular de hacer uso de lalengua para establecer un lazo al otro en vías de una construcción singular que oficie de anudamiento. En la clínica con niños que cursan Autismo se trata de hacerle lugar a un sujeto a advenir.
        En “La Psicosis Ordinaria”, Fabienne Henry plantea que “…La lengua de la transferencia en las Psicosis, aparece como nuevo telar para tejer el lazo social”[2].
Las Psicosis muestran, a cielo abierto, lo que subyace a la estructura del lenguaje, lo que no se deja atrapar, ni cernir, el goce desencadenado, sin ley.  Lalengua, testimonia de un “más acá” de la estructura del lenguaje.
Por Lacan sabemos que el sujeto autista está en el lenguaje pero queda por fuera del discurso, si bien dice de ellos que son sujetos más bien “verbosos”, según lo enuncia en la Conferencia sobre el Síntoma. En el Seminario V Lacan enuncia; “De entre las palabras ha de haber una que funde la palabra como acto en el sujeto”[3].
En “La Conversación de Arcachon”, Eric Laurent enuncia que hay que entrar en la matriz del discurso por el signo, y no por el sentido. En la Sección Clínica de Angers, se postula que lalengua de la transferencia en las Psicosis da lugar a una Neotransferencia. “Por el significante - en tanto puede hacer señas - y no por el sentido, se juega la partida de la Neotransferencia como vector de la cura…”[4].
Haré pequeñas puntuaciones sobre un caso clínico para dar cuenta de cómo el sujeto ha sabido servirse del otro para hacer un pequeño recorrido del “más acá” del lenguaje, al Otro… de lalengua al lazo social.
Sofía tiene 3 años. No habla, al menos no con la intención de dirigirse a otro. Emite algunos sonidos guturales con diferente entonación. No hay palabra articulada a un discurso. No controla esfínteres. Camina con algunas dificultades, no mira… no hay encuentro con su mirada. Su modo de tratar el goce del Otro es la sustracción de todos los signos de su presencia.
Sofía se sienta “pegada” a su mamá, como recostada, en continuidad con el cuerpo de su madre. No intenta pararse sola. La mamá la levanta, de un modo similar a quien recoge un objeto del piso. Sofía no se anticipa a dicho movimiento.    Dos cuerpos en continuidad que hacen Uno, sin límite alguno.
Será el trabajo en espejo, la posibilidad de montar juegos de presencia ausencia que permitan instaurar un primer esbozo de lo Simbólico, y las intervenciones sobre lo Real del goce del Otro y la alienación, las vías que permitirán ensayar modos de tratamiento del goce, en la medida en que permitan brindar elementos para construir un cuerpo del que el sujeto pueda apropiarse.
    En el trabajo clínico, la verbalización sin-sentido, el uso de homofonías a través de canciones infantiles, el ser nombrada por otros, sancionando algunas de sus acciones, sin el recurso al sentido - que es equivalente al Goce en la Psicosis - posibilitó la operación de nominación[5].
Descubrimos su placer por la música y tomamos esa punta del ovillo para empezar a hilvanar una pequeña trama que permita sostener el trabajo clínico.
        Repetimos los sonidos que enuncia y los integramos en canciones que inventamos o partes de canciones, palabras que riman sin sentido entre sí. Una suerte de trabajo con lalengua que comienza a tener incidencias en el lazo social. Lacan distingue en “Aún” un saber sobre lalengua, que vuelve al lenguaje, y un saber hacer con lalengua, del que da testimonio el inconciente. Jacques-Alain Miller lo traduce en 1974 como: “…El lenguaje  no es lalengua […] está segundo en relación con lalengua […] es el resultado de un trabajo sobre lalengua…” [6].
El sujeto autista responde al Otro con su Ser, quedándose como consecuencia, más acá del sentido, en el borde de la alienación. Hay un franco rechazo de todo signo de la presencia del Otro, y por tanto de la afectación misma del lenguaje en el cuerpo, como operación de extracción de goce. Rechaza el traumatismo de lalengua sobre el cuerpo.
Para ilustrar este punto, retomo algunos dichos de la mamá de Sofía, quien se presenta como un Otro completo/completado por su objeto.
Relata que el embarazo de Sofía se presentó con ciertas dificultades. Tuvo un “desprendimiento” de placenta, que la llevó a hacer un reposo prolongado durante el último tiempo. Dice; “Mi vida se detuvo”.
Este significante - Desprendimiento - cobrará diferentes estatutos. Entrará en una sustitución significante que tendrá incidencias en la posición de la niña en tanto objeto condensador de goce. Ubico este “Desprendimiento” como operando un “Desenganche” del deseo materno.
Si la placenta es el primer objeto perdido, parte del cuerpo propio, envoltura Real del ser, antes de su parición, este desprendimiento opera, contrariamente, una ligadura al goce materno y un detenimiento en el orden del deseo.
    En el Seminario X, “La Angustia”, Lacan atribuye a la placenta, (tanto como al pecho materno), la cualidad de objeto “amboceptor”, en tanto no puede endilgarse a ninguno de los dos actores en juego. Su caducidad, en tanto envoltura que recubre el cuerpo del bebé, es el paradigma del objeto a, en su dimensión de corte. Es el primer objeto que cae como resto de esa imposibilidad de fusión entre la madre y el hijo.
    Lacan señala que la placenta es el primer objeto perdido tras el nacimiento. Vale como símbolo de una falta, en la medida en que su propia caducidad inaugura una primera falta en el viviente, tras cuya pérdida, caerán luego otros objetos, subrogados de aquella.
El “Desprendimiento”, momento mítico que marca la impronta de un deseo detenido, opera una “no cesión del objeto”… la “prende” al goce.
Al decir de la mamá, “No pedía nada, permanecía en su cochecito, inmóvil, en pijama a cualquier hora”. Hay eternidad sin tiempo, sin alternancia, sin bordes.
A partir de la sanción del discurso médico, siente culpa por no haberse dado cuenta “desde el principio” que “algo no andaba bien”. Collete Soler dirá; “…La culpabilidad se sitúa en la articulación del sujeto y el goce…”[7].
Esta niña quedará como objeto ligada a la pura Necesidad, arrojando a ese cuerpo a un puro goce orgánico, (comer, dormir, estar limpia). Puras necesidades vitales sin Resto, sin “llamado” al que le sea atribuido un sentido por el Otro primordial. No hay preguntas que permitan delinear un cuerpo. De entrada aparece cristalizada en el lugar de objeto en el fantasma materno. No hay quien lea en la necesidad, una demanda, de cuya imposibilidad de congruencia pueda emerger el deseo. Se deduce de esa lógica que no hay un Otro que suponga un sujeto allí.
La apuesta será introducir una alternancia en ese Otro, inquietarlo, conmover el goce fantasmático, que pueda empezar a suponer un sujeto en esta niña. En suma, inventar un Otro a su medida, barrado, para que algo de lo propio y singular pueda advenir.
Mis intervenciones van en la vía de responsabilizarla, intentando interrogar la culpa. Hacer surgir un sujeto que pueda interrogarse por su hija, “que pueda empezar a faltarle”, agujerear esta presencia absoluta, presentarse como un Otro barrado, atravesado por la castración, destituida del lugar de Otro Todo-saber[8].
En los primeros encuentros Sofía permanece ausente. Se tapa los oídos fuertemente con sus manos y con la boca hace un movimiento de succión. Su mirada perdida. Mira sin mirar nada, absorta ante la presencia de lo Real, del goce alucinatorio. Succiona Nada. No hay recorte del cuerpo, no se chupa el pulgar, parte del cuerpo propio, ni un objeto externo. No hay circuito pulsional, que en el recorrido recorte un cuerpo. No hay sujeto del deseo, antes bien objetos que no han caído del Otro, atrapados “en su bolsillo”, sin poder perderlos, confrontándola a un goce autoerótico pleno, sin escansión, sin articulación al Otro.
        Junta objetos del mismo tipo, apilándolos. Si de algún modo se interrumpe ese trabajo detallado, entra en crisis, y resulta difícil volver de ahí. Grita, patalea, llora, de desparrama en el piso, tira todo lo que encuentra, es imposible querer calmarla, decirle algo empeora las cosas. La palabra lejos de apaciguar, atormenta más.      “Según Antonio Di Ciaccia, dado que para el autista la palabra no está vestida de semblante, aparece en toda su crudeza, como un real mortificante y por ese motivo despierta una defensa extrema” [9].
        Esta escena, o más bien “fuera de escena” que agita al sujeto, muestra lo más propio de su Ser. Ella Es estos objetos que desparrama por el piso, que cobran existencia cuando los arroja, cuando hacen ruido contra algo. Es esos objetos desparramados, a los que luego intentará incansablemente volver a juntar, haciéndolos aparecer una y otra vez, en un esfuerzo de que un simbólico incipiente pueda ser instaurado.
        La alternancia entre los otros y los objetos, funcionará como un intento de pluralizar la transferencia y repartir los saberes, eludiendo el goce que cada uno conllevaría, de encarnar esa posición.
        El trabajo en espejo, de mímesis, permitirá que “lo semejante” se instaure y el cuerpo tome consistencia imaginaria. Se prueba distintos vestidos, se mira al espejo, se saca y se pone varias veces distinta ropa - ropajes del objeto que puede ahora comenzar a ser velado. El espejo - espejismo de una mirada otra - le devuelve su imagen unificada.
En posteriores encuentros, recortamos figuras por sus bordes, delineamos cuerpos, nombramos los objetos. Mientras un integrante del equipo canta la “canción de las estrellas”, toma un juego de encastre y contornea, una y otra vez, el agujero al que corresponde la estrella. Intento de construir un borde en distintas superficies, que a su vez, oficie de borde al propio cuerpo. Colocará su mano sobre una hoja y recorrerá su contorno con lápices y crayones. Hará lo mismo con otros. Se dejará pintar las uñas, las colocará pegadas al espejo para “hacerlas ver”. Pequeños recursos que hacen borde, marca, límite al propio cuerpo, haciendo suplencia a lo Imaginario.
El inventar canciones (con partes de letras infantiles, a veces una suerte de relato de las acciones que algunos de los integrantes del equipo realiza), constituyó un recurso - por fuera del sentido - que logró una pacificación. La melodía morigera lo intrusivo del lenguaje. Las canciones darán lugar a movimientos al compás. Copia los movimientos que hacen otros. Se deja tomar de las manos para hacer una ronda y bailar.
Del Goce de lalengua a lo que establece cierto lazo al otro. Esfuerzo por articular el lenguaje, por elucubrar algo de él. Del enjambre de S1 a un S2 que habilita el campo del sentido, o más bien que constituye la “vía regia” para una elaboración de saber a los fines de que el sujeto pueda estar inmerso en un discurso y construir un lazo social.
A los sonidos que invisten su lengua privada, en una repetición infinita, marcas de S1 que fijan goce - fuera de la cadena significante - le ofrecemos un “cifrado”. Oponemos onomatopeyas de distintos animales, a los que luego dibujamos y nombramos. Las canciones de los dibujos animados permiten incorporar nuevos personajes. Comenzará a nombrar a uno de estos personajes, “Tweety” - pajarito que se las ingenia una y otra vez para escapar de un malvado gato que pretende “devorarlo”. Este personaje aparecerá de distintas maneras a partir de allí. Será un muñeco que trae, un dibujo hecho por ella, otro hecho por mí, otro por la fonoaudióloga, o recortado de una revista. Cada uno, hecho según el rasgo propio, representa a otro que no está. Un juego de sustituciones y desplazamientos que va teniendo lugar, cada vez, con distintos personajes.
Este trabajo, “atisbo de un pasaje de saber hacer con lalengua a un saber sobre lalengua”, comienza a tener efectos en el lazo social.
En el jardín ha abandonado el solitario rincón de la salita, y ha comenzado a hacer lo que hacen los otros. Mira atentamente a sus compañeros, saca su mantel de la merienda, pone la mesa, guarda, a medida que el otro lo hace. Reconoce su mochila entre otras, por su nombre grabado en ella. Una función de duplicidad que produce un ordenamiento de su mundo a través de tomarse de otros (a’), en una relación de especularidad que reordena lo imaginario[10]. A partir de allí pondrá en juego su cuerpo de otra manera y en distintos escenarios de su vida.
La paridad modera el goce intrusivo y pone límite al Otro.
Se establecen referencias espaciales y temporales que ordenan su mundo.  
La acción de nominación y enumeración es un modo de hacer entrar al sujeto en la lógica del significante, que hace cadena en una alternancia binaria.  
Esto a su vez, tiene consecuencias en lo Simbólico, en el discurso común que hace lazo social. Los demás niños han comenzado a hablar de ella, lo cual sorprende mucho a la mamá. Relata que otras mamás del jardín le preguntan por Sofía. La culpa cede paso a las preguntas. “Qué hará Sofía en el jardín? Estará empezando a hablar?”. La sorpresa conmueve la posición de goce en el Otro.
La pregunta del Otro anticipa un sujeto.
Del anonimato de lalengua, donde era esa bebé tranquilita, cuyo cuerpo no se sostenía, comienza a ser nombrada, entra en un relato, se entrama en una historia compartida, pero a la vez singular.
El trabajo clínico ha horadado el goce, produciendo nuevos significantes que nombran de otra manera a Sofía.
        Ha comenzado a llamar al padre. La mamá ha contado que cuando ella la reta o le dice que No a determinada cosa, sale corriendo en busca del papá. Algo dice No al capricho materno, No-toda de mamá[11].
Observamos que maneja de otro modo su cuerpo, su andar es menos endeble, más firme. Nos mira y nos saluda con un beso, se deja abrazar y baila.       Ha establecido nuevas coordenadas en su mundo que le permiten moverse en él, una construcción singular con los elementos con los que cuenta, de una manera inédita, cuya lógica hay que aprehender al detalle.
        Desde la perspectiva psicoanalítica, lejos de retroceder frente al Autismo o las Psicosis infantiles - tratando de “entrenar” a niños y a padres en rutinas agotadoras que no hacen más que provocar angustia - intentamos darle una chance a ese sujeto, a cada uno, en la medida en que haya un consentimiento.
        En este caso, tomamos las puntas de diferentes hilos que mostraban lo más singular del sujeto, y los seguimos hasta ver a dónde nos llevaba. Hilos que permitieron comenzar un entretejido que sostenga su producción.
        Sofía ha sabido servirse del otro para hacer un pequeño recorrido del “más acá” del lenguaje, al otro, de lalengua al lazo social.
        Se trata de una clínica del detalle minucioso, intentamos pesquisar qué hace y por qué lo hace, qué dice con esto, cómo acompañarlo… Nos hacemos partenaires del niño y de la lógica que ha marcado su vida.
        Hacemos una apuesta renovada, cada vez. Creemos en el niño y en sus posibilidades, lo escuchamos aunque no hable, nos dejamos moldear por él.
        Así, contra aquellas Psicoterapias que lo alinean a un discurso que elude su singularidad, el Psicoanálisis respeta el modo en que cada niño ha logrado “estar” en el mundo, descubriendo sus avatares, acompañándolo a inventar nuevos modos de hacer con sus dificultades, enlazándolo a una cadena y a una historia de la que el sujeto comienza a hacer escritura.
    Sabemos que el encuentro de Lacan con las Psicosis se produce desde el inicio. Desde un principio, nos advierte que no se trata de "comprender". No es por la vía ingenua de la comprensión, pues ella es "inasible". Comprender evita confrontarse con lo que no se entiende, con la relación del sujeto con lo Real. La propuesta de Lacan es, por el contrario, la de una "sumisión completa" y un profundo respeto por la ética del psicótico.
    El analista debe ceder el lugar de sujeto y dejarse tomar como objeto... El analista es el síntoma, como partenaire del sujeto, es el aprendíz de lalengua propia del psicótico, es quien tiene que hacer un esfuerzo de aprendizaje de esa lengua.
    El trabajo de la Psicosis es un trabajo solitario, en el que el sujeto intenta acoger, de algún modo, esos retornos que le vienen desde lo Real, a través de sus síntomas.
    El analista interviene allí, acompañando al sujeto, pero sólo cuando éste se lo permite. Acompañar que implica no avanzar más allá de donde el sujeto está dispuesto. Acompañarlo, quizás desde un lugar de "semejante", de "testigo", desprovisto de saber y de goce.
    Se tratará de construir un otro "a la medida de la Psicosis", que alcance a ese sujeto, en su singularidad, es decir, alojando ni más ni menos que su propia invención.
    Judith Miller enuncia; “En ningún caso se trata de dejar al niño ser el juguete, por ejemplo, de sus estereotipias, repeticiones, ecolalias, considerándolas como un primer tratamiento elaborado por el niño para defenderse. Se trata de introducir allí, en una presencia discreta, nuevos elementos que van a complejizar el mundo del autismo”[12].

María Paula Giordanengo
Octubre de 2019








[1]  Geneviève Morel, en “La Psicosis Ordinaria” La convención de Antibes. “Del psicótico al analista”. Apartado 17; “La lengua y el lazo social” (Pag. 283)
[2] Fabienne Henry “Las Psicosis Ordinarias”. Sección clínica de Angers. “Hipótesis de la lengua de la transferencia”. (Pag. 132)
[3] En el Seminario “Las Formaciones del Inconciente”, Lacan hace referencia a dos autores, Gregory Bateson y Gisela Pankow. Esta última hace una afirmación que él retoma en relación a las Psicosis, en referencia a lo que viene explicitando, a saber; “Falta la palabra que fundaría la palabra en cuanto acto”. (Pag. 148)
 [4] Fabienne Henry “Las Psicosis Ordinarias”. Sección clínica de Angers. “Hipótesis de la lengua de la transferencia”. (Pag. 132)
[5] "La palabra es la muerte de la cosa", el goce está prohibido al Ser hablante, en tanto la entrada al lenguaje inaugura una Falta en Ser en el viviente.

[6] “La psicosis ordinaria” (Paidós, Bs. As. 2003)

[7] Collete Soler, “Inocencia paranoica e indignidad melancólica”, extraído de “Estudios sobre la Psicosis”, Ed. Manatial. Bs. As., 1989


[8] “…La idea de Antonio Di Ciaccia, fue que los padres, hicieran un desplazamiento de una posición en donde estaban tomados por un real, hacia otra cargada de un sentido, del cual ellos tienen la clave. Es decir son invitados a ofrecer su saber. Al diluir ese saber en la palabra, ellos pueden tomar el puesto de sujetos y darle un puesto de sujeto a su propio hijo… Es necesario que haya un tiempo en donde hagan caer ese saber, para lo cual ese saber tiene que haber pasado de real a semblante. Si esto se logra, se produce un velo para los padres… y entonces ese saber se transforma en una pregunta personal y privada.
Lo que tenemos que decir es que los padres ocupan un puesto que es decisivo cuando se toma a los chicos para trabajar con ellos. Tener esto en consideración nos permitirá poder armar una estrategia de trabajo…”. Marcela Errecondo;
“Algunos fundamentos de la práctica entre varios”. EOL (Sección Rosario), (Inédito)
[9] Coccoz, Vilma; “El psicoanálisis de orientación lacaniana es una anti-Psicología que orienta el posible el diálogo con los autistas” (Escuela Lacaniana de Psicoanálisis)

[10] “La relación de especularidad barra el goce y le coloca un límite a éste, que apacigua el padecimiento en juego…”. Collazo, Cecilia; “Curso; Niños: Psicosis y Autismo desde el Psicoanálisis lacaniano” – Comunidad Virtual Russel, (Año 2012)
[11] ”…La metáfora paterna, con la que Lacan transcribió el Edipo freudiano, no significa sólo que el Nombre del Padre deba poner bridas al deseo de la Madre a través del yugo de la Ley. La metáfora paterna remite, en mi opinión, a una división del deseo que impone que, en este orden del deseo, el objeto niño no lo sea todo para el sujeto materno. Hay una condición de no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre. Y esto exige que el padre sea también un hombre…”. Miller Jacques-Alain: “El niño, entre la mujer y la madre”, en Virtualia (revista Digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Año IV, N°13, Junio/Julio 2005)
[12] Miller, Judith, “Comisión de iniciativas del Instituto Psicoanalítico de la infancia”

viernes, 11 de octubre de 2019

Las (desin)vestiduras de la angustia

Una introducción






En la actualidad asistimos a un espectáculo de diagnósticos en el mundo Psi, algunos incluso introducidos por un discurso que nos es lejano, ajeno, y que sin embargo está en boca de todos. Se trata de los diagnósticos extraídos de los manuales de psiquiatría conocidos bajo el nombre de DSM, siendo el V su última versión. Ya sea en el campo de la infancia bajo la denominación de TEA (trastorno del espectro autista) o de Ataque de pánico o Trastornos de Ansiedad en el caso de los adultos, estas nominaciones determinan prácticas de las cuales es necesario interrogarse para poder determinar su alcance y su eficacia. Sabemos que en el manual DSM V, lo que encontramos son trastornos agrupados bajo un número determinado de síntomas y que es la presencia de algunos de estos lo que se inscribe como trastorno. Estos síntomas pueden localizarse fenomenológicamente, esto es, lo que cualquier espectador puede “ver” ya sea en su conducta o en la de otros. Lo llamativo es que estos indicadores expuestos por una Psiquiatría Norteamericana tengan tanto impacto en nuestras vidas, lejos de aquellas latitudes.
Hoy es muy común que un Médico, un Docente o cualquier ciudadano pueda decir: “eso que tenés es un ataque de pánico o ansiedad oral”, cuestiones que se escuchan a menudo en la práctica clínica. Otro factor a destacar es que esto que parece novedoso, ya fuera expuesto en el año 1895 por Freud en un texto cuyo título es “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”, pero con otros condimentos. Así como los diagnósticos expuestos en el DSM carecen de etiología, esto es, se trata de enfermedades que hay que curar sin conocer las causas, lo que el Psicoanálisis introduce de la mano de Freud es la búsqueda incesante de una causa psíquica al padecimiento, antes de enmendarse en un tratamiento de lo cual no se sabe qué combatir.
 Freud tempranamente comenzó a escuchar la palabra ligada al cuerpo, introduciendo una lectura del cuerpo textual que siempre dice más o menos de lo que quiere decir, en el sentido de que lo que se enuncia, no coincide con la significación ligada a ello. En el texto citado, Freud llevará a cabo una exhaustiva explicación fenomenológica primero de los síntomas articulados a la angustia, pasando por las relaciones de la palabra angustia con otros términos y donde James Strachey, encargado de los comentarios, dirá que la palabra angustia no es un tecnicismo psiquiátrico, sino que Freud la extrae del lenguaje cotidiano de los alemanes, para darle luego un estatuto Psicoanalítico.
   Finalmente, expondrá algunas hipótesis causales para vincular el fenómeno (aquello que puede ser descripto como síntoma de la angustia) con una estructura que le permitirá introducir el concepto de Inconsciente. Entonces, antes que modificar una conducta per se,  lo que habrá que ver es aquello que la motiva, aquello que le da vida al síntoma y por el mismo movimiento, descubrir en el síntoma, no algo a eliminar, sino algo que debe ser puesto a enlazarse en el trabajo de asociación, para ligar aquello que aparece como escapando a la significación, fenómeno propio de la angustia. ¿No se trata acaso de esto en la angustia? ¿De algo que aparece en el cuerpo sin saber de qué se trata? Opresión en el pecho, palpitaciones, sudor en las manos, mareos, sensaciones de ahogo, vértigo, pensamientos perturbadores, dolores en diferentes lugares del cuerpo, insomnio, etc. Algo, que se vislumbra como imposible de ligar a una representación, comanda la vida y de lo que se trata es de buscar aquello en lo que se encuentra enmarcada y que ninguna pastilla o etiqueta podrá dar la razón de una causa, que no es solamente causa de malestares, sino que, lo que evidencia, es que la vida misma tiene causa, y la angustia es su expresión más cercana.         



Jorge Luis Rivadeneira