jueves, 26 de marzo de 2020

Algunas puntualizaciones sobre el Psicoanálisis en la coyuntura actual



Ser analista en tiempos de pandemias y no morir en el intento

Y llegó un tiempo crítico para el quehacer del psicoanalista, un tiempo en el que hay que atreverse a pensar modos novedosos para intervenir en la clínica que actualiza un interrogante instalado hace un tiempo, respecto de la posibilidad de continuar la atención de pacientes de manera  virtual más allá de que según sabemos, depende  del caso y del tiempo entre otras variables. Pero se impone además un nuevo problema en tiempos de confinamiento y pandemias: ¿se podría  iniciar bajo estas coordenadas un tratamiento psicoanalítico? 
Para comenzar a esbozar alguna respuesta es de vital importancia no olvidar que el deseo del analista debe ser un instrumento y no un obstáculo.
 Si de “no invertir la demanda” se trata, será necesario no ofertar pero si estar disponible que no es lo mismo.
Lacan nos enseña que los analistas tenemos que estar a la altura de la subjetividad de la época, ahora bien, poder entender qué implicancias tiene esta frase hoy, resulta indispensable.
Es por ello que los analistas no podemos dejarnos engañar:  si de lo que se trata en un análisis es de saber hacer cada vez, ello no implica, de ningún modo, hacer cualquier cosa.
El analista debe jugar al “muerto” pero sin serlo, se tratará en todo caso, de estar bien despierto. Las vivencias traumáticas tiene efectos incalculables, a su vez no hay dudas de que facilitar la palabra será clave para su elaboración lo que insiste como interrogante es si estará en el terreno de lo posible intervenir como analistas, encarnar dicho lugar sin que haya habida cuenta de que hay un sujeto allí y de cuáles son las coordenadas significantes que lo orientan. A su vez, ¿se puede hablar de tratamiento sin que haya aún una transferencia instalada ? ¿Podemos ofrecer y ofertar un análisis dando por supuesto que es un buen modo de responder a una demanda que no fue articulada? Tal vez sea , en tal caso, una intervención de otro orden y entonces necesitemos un dispositivo específico más que la extrapolación de un análisis a una situación de crisis. El desafío será intentar estar a la altura de responder a lo que esta realidad nos convoca para no renunciar resignándonos a que eso es del orden de lo imposible.

Florencia Fernández 


Una exterioridad a lo Real


En este tiempo de crisis donde la humanidad se ha visto arrasada por la propagación acelerada de un virus feroz, la vida se ha visto interrumpida, demorada, confinando las existencias cotidianas a una interioridad - la del hogar - que a veces puede resultar difícil de soportar para un sujeto.

Cuando la vida acelerada de los tiempos que corren nos imponía estar más bien en el exterior, haciendo cosas, produciendo, sirviendo a los fines económicos del mercado y las finanzas, de pronto el tiempo parece detenerse.

La sesión analítica, que también transcurría en cierta atemporalidad única e inédita, se ve afectada por la contingencia de esta catástrofe de efectos incalculables para la vida humana.  Ante el aislamiento social, que se impone como necesario, es dable considerar la especificidad del análisis, que no escapa a los efectos  de lo Real.

Pensaba entonces, en la modalidad virtual en pacientes adultos, ya sea vía telefónica, por  videollamada, a través de un chat escrito o por carta.

Entre 1960 y 1964, Alejandra Pizarnik mantuvo un intercambio epistolar con quien fuera su primer analista, Leon Ostrov, haciendo de ese encuentro con la letra un modo de habitar la propia escritura.

En este punto, creo que no hay de antemano condiciones específicas en Psicoanálisis. Sí se trata de que la palabra propia vaya al campo del Otro, vuelva y afecte al sujeto.

Cuando lo interior podría resultar estragante, sin espacio y sin tiempo que habilite la dimensión  del encuentro, tornando difícil la convivencia familiar, sea cual fuere la modalidad de la misma, o aún cuando estando con otros, el sujeto se ve invadido por una profunda soledad, el vínculo analítico puede constituir allí una exterioridad que haga deconsistir ese real incierto y aterrador. El lazo con el analista, que sigue estando allí aunque no esté, reinstala las coordenadas subjetivas de un interior habitable, introduce la hiancia necesaria que alivia la angustia, de esa donde no hay señal que nos alerte.

La presencia del analista no es física, aunque las sesiones transcurran de ese modo. 

No es que el cuerpo no está en juego al no ser mirado. Los objetos pulsionales que se juegan en la relación al Otro van más allá del encuentro en la materialidad, o es de otra materia que está hecha de palabras y de letras.                           

                              María Paula Giordanengo


¿Nuevas variantes de la cura-tipo?

Hace muchos años, un paciente que trabajaba en Tierra del Fuego es enviado al exterior para dirigir la construcción de una fábrica. Sin saber el tiempo que aquello le demandaría, aceptó, puesto era un importante avance en su carrera profesional. Al cabo de unos meses, se comunica para decirme que necesita contactarse conmigo porque necesita el espacio. Es la primera vez que utilizo Skype para continuar un tratamiento analítico. 
Luego comenzó una ola de tratamientos de jóvenes que se iban de la Provincia a estudiar a otros lugares. Ahí, sin leer las coordenadas de la Transferencia y quedando atrapado en una “realidad” objetiva, les sugería que consulten a alguien del lugar. Al poco tiempo, mucho de ellos se comunicaban para decirme que no habían tenido buenas experiencias y que querían continuar conmigo a la distancia. ¿Era eso a causa de que yo era un buen profesional? De ninguna manera. Lo que estaba en juego era algo que es el sostén del tratamiento analítico, y que no es otra cosa que la Transferencia. Algo se había producido en aquellos encuentros, que no es posible sustituir tan fácilmente. 
Hoy, luego de que el virus COVID-19 se instaló en el mundo y comenzaron los casos en Argentina, llevando a las autoridades del Estado a tomar la decisión de la cuarentena, los tratamientos presenciales se vieron obstaculizados.  
Pero en el campo del psicoanálisis, de ninguna manera estamos ante algo nuevo. Ya se han producido diversas formas de encuentro con los analizantes. Yo incluso, como analizante, hasta tuve una entrevista en un bar. Porque aunque haya que cuidar el semblante, en tiempos donde el deseo corre el riesgo de extinguirse (siempre) inventar nuevos canales tal vez sea la mejor forma de que el síntoma advenga fluidez deseante. 

                                             Jorge Rivadeneira


Un cuarto propio

Me llama la atención que muchos psicoanalistas se pregunten sobre la validez (¿?) de un tratamiento propiamente analítico bajo las condiciones que actualmente nos atraviesan. Resulta curioso ya que muchos practican  o practicaron (ya sea como analista o como analizante) alguna vez esta modalidad. Sin embargo implica quizás precisar situaciones y momentos de un tratamiento. Unos días antes que decreten las medidas de aislamiento obligatorio, en la vorágine por definir cómo continuar con los pacientes, más o menos a todos les propuse algo similar: continuar el tratamiento por intermedio del dispositivo del celular. Lo significativo de esto fue que cada paciente respondió desde su singularidad –que de alguna manera se correspondía con el momento del tratamiento-, los que están en entrevistas preliminares optaron por videollamadas, los que están en diván dijeron que bastaba con la llamada telefónica y lo más sorprendente fue que un paciente que recién había tenido una entrevista me miró raro al ofrecimiento y luego me contestó por mensaje privado diciéndome que dado que recién empezaba prefería continuar en forma presencial una vez que se restablezcan las condiciones normales. Su respuesta me devolvió a mi lugar correspondiente y quizás me sirvió para ubicar(me) en el lugar preciso del tratamiento con respecto a la transferencia. Digamos que recibí mi propio mensaje en forma invertida, yo aún no formaba parte de ninguna serie y ni siquiera me había erigido como un Otro a quien dirigirse. Además de situar este aspecto de la presencia del cuerpo mediante la modalidad virtual y si la voz fundamentalmente del analista cobra estatuto de presencia o no, es preciso advertir que el sujeto que nos habla lo hace desde un LUGAR y no me refiero al lugar de la enunciación sino al espacio físico desde dónde nos habla. Como expresó alguna vez Virginia Woolf respecto a la escritura, que necesitaba un cuarto propio para hacerlo, haciendo un parangón diremos que también el paciente que nos habla para tomar un estatuto de sujeto necesita de la intimidad de un espacio propio. Una paciente me tiró una idea que ella utilizaría así su marido no escuché su sesión: entraría a bañarse, pondría la radio y me hablaría con los auriculares de su celular. No sé si servirá para todos, pero me hizo pensar en la importancia de un cuarto propio de la intimidad que constituye el consultorio analítico. 

Gabriel Artaza Saade

No hay comentarios:

Publicar un comentario