jueves, 16 de abril de 2020

La perversión y la mujer



La perversión y la mujer
La perversión es consustancial al hombre, es muy poco frecuente encontrarse con casos de perversión femenina franca si tomamos como piedra de toque de esta posición que el sujeto se avenga en su fantasma a ser instrumento del goce del Otro.
En el Seminario 6 Lacan nos ofrece una elucidación tentativa respecto a la escasa casuística de perversión que se inscribe respecto al género femenino:
¿Qué hemos descubierto acerca de la economía inconsciente de la mujer sino que ella resulta colocar en equivalencias fálicas todos los objetos que pueden separarse de ella, incluido –y en primer lugar– el objeto más natural que se separa de ella, a saber el producto infantil? (…). Por eso, los objetos de los cuales nos separamos terminan por tomar para ella, del modo más natural del mundo, si puedo expresarme así, la función del objeto del deseo. Y esto es lo que explica –creo– la menor frecuencia de la perversión en la mujer. (…) Al exponer que, si entre las mujeres hay menos perversiones que entre los hombres, se debe a que en general ellas satisfacen sus relaciones perversas dentro de sus relaciones con sus hijos. No es que por esto su hija está muda, sino que por esto hay algunos niños de los cuales debemos ocuparnos como analistas (Lacan, 1958-59: 499).
En la época que Lacan hace esta observación la perversión está pensada en relación al campo del deseo y el falo, y no todavía, al campo del goce y el objeto a donde va a ganar mucha mayor precisión conceptual. A primera vista, la mujer entonces, para escándalo de todos, puede satisfacer sus relaciones perversas, no tanto como mujeres sino como madres con sus propios hijos o hijas. Incluso, vale la pena recordar en este punto el lugar que le asigna Freud al Otro primordial erotizando el cuerpo del niño que devendrá un pequeño perverso polimorfo:
El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de satisfacción y de satisfacciones sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona –por regla general, la madre– dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa, lo mece, y claramente lo toma como sustituto de objeto sexual en pleno derecho. La madre se horrorizaría, probablemente, que con todas sus muestras de ternura despierta la pulsión sexual de su hijo y prepara su posterior intensidad (Freud, 1905: 203).
No obstante, no hay que confundir la erotización del cuerpo del niño que lleva a cabo la madre, fruto de sus cuidados, incluso de su deseo, falicizando la figura de ese niño; con reducir a ese niño a un objeto de goce donde, en mi opinión, se vuelca francamente la perversión materna. En otras palabras, no hay que confundir el deseo de la madre hacia el niño con el goce materno que reduce a ese niño no al falo sino al objeto a y los efectos de estrago que esto puede desencadenar.
Y si bien la perversión en la mujer puede inscribirse bajo el régimen del goce de la madre, en términos de las fórmulas de la sexuación, la perversión a la luz de la instrumentalización kantiana del sujeto, en la que se articula su deseo como voluntad de goce, es consustancial a la posición masculina de las fórmulas. Puesto que la lógica del no-todo solidario a la posición femenina objeta precisamente la lógica universal del imperativo kantiano que se ordena de lleno en el campo del todo fálico. Dicho de otro modo, las fórmulas de la sexuación exigen separar la madre que queda del lado hombre de las fórmulas; de la mujer, que no solo va más allá de los sustitutos fálicos, sino también de la perversión polimorfa del macho que ordena el modo de gozar con los objetos. Y si bien Lacan en su Seminario 14 formula que “plantearse la cuestión del goce femenino es abrir la puerta a todos los actos perversos” (Lacan, clase del 7 de junio de 1967) esto no quiere decir que el goce perverso se ubique del lado femenino de las fórmulas de la sexuación, pues de ningún modo el goce del fantasma perverso que encuentra su resorte en el imperativo categórico y su ambición universal, se puede medir con la lógica del no-todo.
Fuera de la anatomía, el sexo y el género, la degradación del otro a un objeto es consustancial a la posición masculina de las fórmulas de la sexuación. Lacan al plantear sus fórmulas en términos de función de x, término que toma de Frege, lo desprende del campo anatómico o de género que presuma establecer una diferenciación sexual, puesto que operar con funciones quiere decir que cualquier x, –o sea la variable de la función–, hombre, mujer, hermafrodita, gay, lesbiana, no binario, trans, travesti o queer, que se avenga a inscribirse del lado de la posición masculina mantendrá una relación con el goce subordinada a la función fálica y la degradación del partenaire a un objeto se impondrá como condición de su deseo, lo que Lacan llama perversión polimorfa del macho en el Seminario Aun; mientras que cualquier x que se avenga a inscribirse del lado de la posición femenina su relación al goce será no-toda regulada por la norma fálica, partiéndose la forma de habitar el goce como un Jano que mira con uno de sus rostros al falo, Φ, puesto que no está más acá del falo sino de lleno en él; y con la otra cara al significante de la falta del Otro, S(Ⱥ), inaugurando una relación al goce que se constituye respecto al primado fálico, pero también a la perversión, en un más allá.
Ahora bien, la fórmula “la perversión polimorfa del macho” no hace referencia estricta a la estructura perversa sino a la perversión por estructura que habita el ser hablante.
 En conclusión, debemos distinguir el goce del Otro, al cual le rinde culto la perversión, inscripto de lleno del lado hombre de las fórmulas, respecto del Otro goce, que implica en todo caso que el ser hablante, -repito, sea hombre, mujer, hermafrodita, gay, lesbiana, trans, no binario o queer- vaya más allá no solo del régimen fálico sino también de su perversión, hacia el goce femenino.

 Por Tomas Otero

* Tomás Otero es psicoanalista. Doctor en Psicología y Magíster en Psicoanálisis de la Universidad de Buenos Aires. Docente de Clínica de Adultos I y de la materia electiva Usos del Síntoma de la Facultad de Psicología UBA. Investigador Becario Postdoctoral de la misma Casa de Estudios. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano y del Foro Analítico del Río de la Plata. Ha publicado numerosos trabajos y ensayos en ámbitos académicos, científicos y de interés cultural. Ha publicado como autor Tres ensayos sobre la perversión (Letra Viva 2013) y Las Clases en coautoría (Santiago Arcos 2015), entre otros libros de psicoanálisis y ensayo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario