Aki Kaurismäki (1957, Finlandia) es un cineasta con una
filmografía que se inicia a principios de los años 80`s y que llega a la
actualidad. Tiene películas filmadas en diversos países de Europa y, a pesar de
odiar el inglés, algunas de ellas están habladas en este idioma.
Toda su obra está atravesada por una mirada profundamente
crítica respecto del capitalismo, rescatando, la mayoría de las veces,
historias que se suceden en las clases trabajadoras. Sus personajes suelen ser
sujetos explotados por un sistema injusto e indiferente.
Voy a centrarme en un film en particular que, considero, es
el que mejor condensa toda su estética y convicción, su decir particular:
“Contraté un asesino a sueldo” (1990).
La película nos presenta a Henri (Jean-Pierre Léaud), un inmigrante, él
es francés, que trabaja hace quince años en una empresa inglesa. Al ser
despedido, toma la decisión de acabar con su vida. Tras varios intentos
frustrados, decide contratar a un asesino para que lo haga por él. El conflicto
es que, luego de hacer efectiva la contratación, conoce una mujer que le
devuelve las ganas de vivir.
¿Dónde podemos ubicar, en este film, la crítica al sistema
que mencioné anteriormente? Bueno, basta con ver los primeros siete minutos.
Los planos, los silencios, las expresiones del personaje, todo apunta a un
aburrimiento, un sinsentido, profundos. A un entorno indiferente, con un
funcionar caprichoso, del cual se puede formar parte y dejar de hacerlo, en un
abrir y cerrar de ojos. Y con un poder de alienación tal, que le hace creer a
Henri que perder el trabajo es motivo de muerte. Eso es el capitalismo para
A.K.: una ilusión, en el sentido de engaño, que nos desvía de lo propiamente
vital y humano.
Hay una escena maravillosa que evidencia, con un humor muy a
su estilo, lo ridículo que es vivir de determinados modos: Henri contacta a un
hombre para que le envíe a un asesino y éste le sugiere que lo haga él mismo,
que así se iba a ahorrar bastante dinero.
A pesar de todo esto que, como dije antes, recorre su
filmografía, nos encontramos con personajes que no se resienten, que logran
conservar, incluso aunque no lo sepan, porque eso forma parte del problema, una
concepción poética y bella de la vida.
Que, así como digieren lo arbitrario del sistema, se entregan a lo
arbitrario del amor. Sin vueltas, sin racionalizaciones. No necesitan mucho más
que un encuentro para saber que se aman, o se gustan, y que eso ya cambia todas
las ecuaciones respecto del sentido de la vida.
Nos propone, a fin de cuentas, una lucha que no va por el
lado de la violencia. Es una revolución íntima y privada la que puede hacerle
frente al más horrible de los mundos.