lunes, 13 de abril de 2020

¿El pánico es miedo?



Ataque de pánico: manual - Quo



                              ¿El pánico es miedo?
                                        El corcel


Introducción:
Vivimos con miedo, pero también podemos afirmar que por el miedo
vivimos, dado que el fuego antes de quemar, pega. Todo lo anterior no
desmiente la afirmación de que una vida con miedo no es vida. No
podríamos decir la vida es sueño porque nos despierta constantemente
el miedo. Es más, hasta en los sueños, el miedo nos despierta.
Se registra el miedo a la pobreza, pero también los ricos tienen miedo a
perder lo que tienen. En este sentido los ricos son analizables porque
tienen miedo.
Esto significa que el miedo orienta al Psicoanálisis?. No hay dudas de
esto, dado que el miedo es una manifestación del sujeto dividido. Sin
embargos las dudas también están atadas al miedo a….equivocarse.
Existe como sabemos miedo al fracaso, pero no olvidemos que también
hay miedo al triunfo, por algo muchos fracasan en este punto, o temen
que los triunfos hay que pagarlos con alguna desgracia.
Vivimos con miedo a la muerte, a veces desde muy chicos. Miedo a que
mueran los padres, también el niño se ve amenazado. Algunos se dan
por muertos para escapar al miedo a la muerte. Hay quien se alegra de
haber escapado a la muerte, porque ya vivió. También están los que
desafían este miedo, los que se pelean con él.
Una madre le decía a su hijo de 7 años que tenía miedo a morirse:
“tranquilo que falta mucho”, es decir el engaño, como bálsamo ante el
miedo.
El miedo se mete también en la sexualidad, no existe una convivencia
pacífica entre lo masculino y el miedo. Eso es para las mujeres, o bien
para los hombres que no son tales.
Pero también el miedo al dolor, o al sufrimiento provoca que
busquemos la muerte.
El honor hace que enfrentemos la muerte sin temor. Es decir hay
antídotos contra el miedo.
Las estadísticas no tranquilizan, dicen que el avión es el medio más
seguro de transporte pero quien no considera que el avión se puede
caer?. El comandante del Jumbo que estaba por aterrizar en la isla
Margarita, estaba a solo 10 minutos de su jubilación, no contaba o
quizá si, con la bandada de pelicanos que se metería en las turbinas de
su avión provocando su caída al mar.
También el miedo a hablar en público es a veces muy angustiante.
Dicen que Lacan se alteraba el día antes de dar su Seminario.
Joyce se tiraba en la cama y le gritaba a su mujer que el escribía sobre
lo incomprensible del ser humano. Pero eso le impedía vender sus
libros.
A nuestra Ética la denominamos de “forzamiento” y esto se verifica.
Entablamos una lucha con la consistencia del yo y sus manifestaciones.
La voluntad de decir, el querer explicarse, el pretender contar los
sueños, el conversar, el relajarse.
No pocos pacientes de Lacan cambiaban de analista porque no los
dejaba hablar de ellos. Lo comprobamos todo el tiempo.
Un paciente me decía: “me debe 20 minutos de sesión, sabe que nunca
le pagaré, suelo no pagar deudas que hacen daño al acreedor”.
Otro me decía, que con gente esperando, y apremiado por el poco
tiempo no podía relajarse para pensar y explicarse. Por suerte cerca de
mi consultorio hay un buen instituyo de yoga para los que quieren
relajarse.
Esto vale también para los analistas. Hemos abandonado las clásicas
poltronas con apoya pies, aunque tengan un nombre muy querido para
nosotros. Los reemplazamos por sillas con resorte. La relajación no es
para el analista lacaniano.
Los pacientes que esperaban en la sala de espera le reclamaban al
analista que estaba extendiendo demasiado el tiempo de las sesiones,
el analista respondió: estoy cansado.
En conclusión, es fácil decir: la sesión no es para pensar sino para
hablar y ser hablado por lo que se dice. Pero no es tan fácil ejercerlo.
El miedo puede constituir una amenaza: Aquí entro de lleno con el Psicoanálisis.
Sigmund Freud habló de: “amenaza de castración”. Pero resulta que la
amenaza y el miedo consiguiente tienen funciones, no solo de malestar,
sino constitutivas de todo sujeto. Cuando esta amenaza no funciona, el
miedo viene a reforzarla. El miedo es la solución imaginaria al déficit
de la función paterna y su amenaza. Un padre bueno amoroso no
siempre es un buen padre. Los síntomas de los hijos vienen a
recordarle que es necesario el miedo bienhechor. Una madre grita todo
el tiempo a sus hijos, y les repite sus indicaciones. Nos queda claro, su
palabra carece de autoridad, no está sostenida en el miedo, en la
amenaza. Recuerdo el ejemplo de una madre que cuando les decía a
sus hijos que fueran a dormir y no le hacían caso, los amenazaba con
empezar a contar hasta tres. Por suerte nunca tuvo que llegar a esa
cifra, porque, me cuenta, que no hubiera sabido que hacer si llegaba a
tres. Es evidente, en este caso funcionó la amenaza.
Dice Osvaldo Lamborghini que Argentina es: “Gran llanura de los
chistes” , las palabras no tienen peso de cumplimiento. Propone hacer
presente a un japonés llamado Tokuro, que hace pesar la palabra
matando al que no la cumple. No hace falta tanto, la pena de muerte se
sabe no desalienta el crimen.
Esto nos plantea el tema de la diferencia entre la autoridad y el
autoritarismo.
Los alumnos de un colegio secundario de nuestra Capital, no temen la
sanción de la autoridad. Podríamos decir que las autoridades están
amenazadas de castración. Los alumnos, aprovechándose de esta
situación, han desarrollado una especie de vicio: tomar el Colegio, pero
no sólo, además decidieron no dejar entrar al rector. Les pregunte si
pensaban designar a otro en su lugar. No consideraban que lo habían
destituido. Me respondieron que todo se arreglaba porque para eso
estaba la política. Es un efecto de la democracia, cierta degradación de
la autoridad si es que hay que llegar a una negociación.
La angustia no es el miedo:
Ella es “el” afecto, mientras él es “una” emoción. Se nota la
deslocalización de los sexos cuando no tenemos en cuenta los goces.
Uno está en la estructura y otro en el fenómeno, lo que tiene
resonancias en la distancia entre el sujeto y el yo.
Pero entonces, cómo colocar la angustia de castración en un sujeto que
por definición no tiene subjetividad. Esto nos llevará en su momento a
hablar del afecto y del cuerpo.
Juanito nos enseña que cuando falla la amenaza de castración el precio
es el miedo al caballo. El tenía ese recurso, pero, qué le espera al padre
de hoy que está prohibida la circulación de los caballos en la vía
pública. Le espera la decadencia, no habrá otro remedio mas que
arreglárselas cada uno con lo que tiene de propio.
Spinoza lo llamaba “perseverar en el propio ser”.
Nosotros que desconfiamos del ser por estar involucrado con los
semblantes, no nos queda otra que arreglárnosla con el sinthome y el
escabel, a fin de cuentas no deja de tener resonancias con corcel.
Nuestro corcel es nuestro caballo.
Esta solución ya no es imaginaria sino bien real. Tiene valor
terapéutico, pero además hace de nuestro pasado, no el
condicionamiento de nuestra vida, sino un fantasma muy presente.
Pero eso no ocurre sólo, para lograrlo hay que analizarse.
Los que han terminado un análisis y además ocupan el lugar del
analista, lo hacen en dos tiempos:
1- presencia del analista como manifestación del inconsciente, de la
mano de la interpretación simbólica.
2- presencia del analista como sinthome, de la mano del corte, y del
equivoco, apuntando a lo inequívoco.
La alteridad de la amenaza no es el espanto:
Los cisnes negros de Nassim Taleb nos han permitido contar con lo
inesperado, con el fuera de cálculo “…Nuestro mundo está dominado
por lo extremo por lo desconocido y lo muy improbable” .De esta forma
han dejado de ser amenazas o hechos míticos para pasar a ser
realizaciones efectivas. Es el fracaso de las reglas, de los tratados, de
las leyes y de los acuerdos que pretendieron regularlos. ¡Ocurren!
Considerando el espanto como respuesta subjetiva diferente del
miedo, descartamos las consideraciones cuantitativas para centrarnos
en la posición del sujeto.
El espanto es la experiencia del aplastamiento del sujeto, que en estas
circunstancias carece de respuesta, no tiene corcel. Se parece al sujeto
psicótico aplastado por el goce del Otro.
El paradigma de dicha posición es la que tanto Primo Levi como
Agamben denominaron: “el musulmán”,”..el musulman de Auschwitz
parece haber perdido, por el contrario, cualquier forma de voluntad y
de conciencia”  en referencia a aquellos sujetos que en los campos de
exterminio del nazismo, carecían de toda respuesta: ni miedo, ni
angustia, ni alivio. Es la reducción máxima del sujeto a su condición de
objeto. Está más allá de lo que denominamos la “melancolía lacaniana”,
que muchas veces pasa desapercibida bajo el manto de la depresión.
Melancolía sin delirio de indignidad, ni autoreproches, bien en
consonancia con “el musulmán”.
El hilo de la violencia:
La violencia recorre todos nuestros temas.
Como dicen Heidegger y Fink:  “cuando gobiernan los dioses todo es
armonía pero cuando lo hacen los hombres la violencia es inexorable”.
Freud la alojo como pulsión de muerte y la definió como pulsión de
destrucción.
Lacan le agregó otra cara a la pulsión de destrucción: la de creación.
En el plano imaginario la pulsión de muerte es destrucción, pero en el
plano simbólico, es creación ex-nihilo.  “ Es exigible en este punto del
pensamiento de Freud que aquello de lo que se trata sea articulado
como pulsión de destrucción, en la medida que pone en duda todo lo
que existe. Pero ella es igualmente voluntad de creación a partir de
la nada, voluntad de recomienzo”. La muerte de la Cosa abrirá el
camino de la sublimación estructural.
Esto nos lleva a considerar que no toda violencia es negativa, como el
sentido común interpreta.
Qué hacer?:
Las respuestas clínicas convocadas por la diferencia entre el miedo y el
espanto, se orientan por un axioma: la angustia no se interpreta.
Esta formulación esta sostenida en el principio de que cuando la
angustia no esta localizada, hay que enmarcarla.
El interrogante es cómo.
Es necesario distinguir la presencia del analista en relación con los dos
tiempos antedichos.
Si retomamos la formulación del Seminario XI: “la presencia del
analista es una manifestación del inconsciente”, esta posición no es la
más adecuada en la medida en que esta presencia del analista divide, y
el sujeto angustiado es un sujeto sumergido en la división, por lo tanto,
hay que extraerlo de allí. Tampoco la presencia del analista como
sinthome, en la medida en que esta posición cuenta con un sujeto del
significante como condición de posibilidad. “Pienso que el
psicoanalista solo puede concebirse como un sinthome. El psicoanálisis
no es un sinthome, si el psicoanalista” .
Para tratar la angustia, el analista debe estar en posición de Otro de la
demanda.
Esto implica un trabajo de alojamiento y de reconocimiento por parte
del analista, que permita enmarcar la angustia.
Recordemos la formulación de Lacan de que desculpabilizar no alivia la
angustia.
Todas estas formulaciones luchan contra el sentido común del analista.
Por ejemplo cuando un padre médico, se acusa de no haber podido
salvar a su hija, no se trata de aliviarlo de la responsabilidad que se
adjudica, sino de captar que su esfuerzo es colocarse en el lugar de la
causa de un hecho inasimilable. Es su forma de comenzar el duelo.
Conclusión:
El llamado ataque de pánico que alude al miedo, al espanto y a la
angustia, desconoce las particularidades que hemos ido precisando en
este texto. Esta denominación satisface necesidades de aquellos
sujetos que necesitan tener una localización consistente: ataque y
pánico. Estas clasificaciones desconocen los recursos que cada sujeto
tiene para responder a aquellos fenómenos de su vida que lo acosan.
Al desconocer los recursos de cada sujeto abre un solo camino: la
medicación.
El trabajo del psicoanalista consiste en desarticular esas categorías
generales y de esta forma se posiciona frente a los efectos
universalizantes de la Ciencia, apuntando a rescatar al sujeto cuya
única particularidad es la de no tener ninguna.

                                                                               Jorge Chamorro

BIBLIOGRAFÍA.

AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Ed. Pretextos. 2009
AIRA, Cesar. El cerebro musical. Ed. Literatura Random House. 2016
HEIDEGGER Y FINK: Heráclito. Inédito.
LACAN, Jacques. Seminario 7. La Etica del psicoanálisis.
Seminario 11. Los conceptos fundamentales.
LAMBORGHINI, Osvaldo. La causa justa. Tomo II. Ed. Sudamericana.
2003
SPINOZA. Obras Completas. Ed. Acervo Cultural. 1977
TALEB, Nassim Nicholas. El cisne Negro. Ed. Paidos. 2010

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