viernes, 24 de abril de 2020

Del pago posible al valor de lo imposible: sostener el deseo en la pandemia



Uno de los aspectos de lo que no suele hablarse en Psicoanálisis es del dinero, pago de la sesión u honorarios, según la forma que éste tome. Hay quienes utilizan un valor estándar y otros que suelen hacer acuerdos con cada uno de los analizantes.
Y es que la articulación del pago con el análisis, no es de una naturaleza tal que pueda quedar en el plano de lo dado, aunque no es sencillo detenerse en ello, en tanto implica una pregunta por el valor del mismo.
¿Cuánto vale un análisis?
Esta podría ser la pregunta por la que podríamos comenzar, y si bien, pareciera que esto se vincula a la lógica del caso por caso, también es cierto que muchos analistas parten de un “monto fijo” para comenzar a hablar del tema. A la pregunta de cuánto vale un análisis, podríamos agregarle un pequeño matiz llevándolo a ¿cuánto cuesta un análisis? y de allí a una pregunta más radical ¿qué se paga en un análisis?
El pago ingresa como primera medida en la lógica del intercambio, y es dónde más conflictivo se vuelve el hecho de localizar un valor de un intercambio que se constituye de palabras, lo cual rompe de inmediato con cualquier lógica capitalista. ¿Cuál es el objeto que alguien se lleva por el intercambio de palabras? Recuerdo una anécdota relatada por Miller donde un paciente a quien veía una vez por semana, solamente iba a la sesión, se sentaba, se miraban un rato, el señor le pagaba y se iba. Ni siquiera había intercambio de palabras, lo que nos deriva entonces a que no se trata sólo de palabras. Ese fue el pasaje que hizo Lacan para llegar a la idea de Significante. El dinero entonces ingresa en la vía del intercambio por la articulación Significante.
Hay en el mundo el elemento de intercambio primordial que es el dinero, pero ello no explica qué es lo que se paga en el análisis. Se paga lo que no se tiene, es decir, se da aquello que podrá funcionar como causa. Es decir que se paga aquello opaco al intercambio, se paga lo que justamente ningún intercambio podrá delimitar del todo, es decir, aquello que da origen al intercambio y se articula en el lenguaje. Es por esa razón que Freud llegó a articular de manera precisa al pago con la deuda, puesto que la pregunta sería de qué somos deudores. Los apresurados dirán de la vida, pero esto no quiere decir absolutamente nada. Ahora bien, en la actual situación a la que nos arroja la Pandemia mundial, pareciera que de alguna forma, algo de aquello que se articula a la deuda cae como castigo, y es un momento propicio para que el sujeto se escabulla detrás de su neurosis, para no saber nada a lo que su historia está ligada.  
En este último tiempo, es frecuente escuchar que algunos analistas ofrecen su escucha desde la gratuidad.     
Al menos cabe interrogarse por el estatuto de esta posición desde la cual se reciben los dichos del paciente. El riesgo de dicho posicionamiento es que, de entrada, reparte roles definidos, quien escucha “puede”, “tiene” con qué sostener la escucha. Su lugar oscila entre lo humanitario y la consistencia, la garantía de un Otro que desea… ayudar, prestar sentido, alojar. Pero el deseo del analista es un deseo vaciado de fantasma.
En su conferencia "Mi Enseñanza", enuncia Lacan: "Todo gira en torno al hecho de que la función del psicoanalista no es algo evidente, no cae de su peso en lo que hace a darle su estatuto, sus costumbres, sus referencias, y justamente su lugar en el mundo ". 
Este texto nos permite rastrear de un modo inédito, las coordenadas con que Lacan precisa el lugar del analista, su verdadero lugar - que vale también en el sentido de su relación a la Verdad, que no es la suya propia, ni siquiera una ostentable por el Psicoanálisis mismo, sino la Verdad del sujeto.
Con un estilo irónico, provocador, tenaz, se propone llegar hasta las últimas consecuencias, que el oyente se vaya de allí al menos con cierta idea de lo que el Psicoanálisis no es, en el sentido de cierta pretensión de creer que el analista está allí “por el bien de todos”.
Lacan vacía al analista de cualquier sustancia asequible, no hay nada que pueda ponerse bajo la cuenta del analista. Esto equivaldría a decir que el deseo se sostiene propiamente en una ética, lo cual supone, de entrada, una renuncia a toda pretensión de Saber.
No se sabe nada de antemano porque el Inconciente así como el analista, es en Acto.
Es el Acto analítico el que confiere al analista su verdadero estatuto.
Lacan declara: "…Se ocupa un lugar al que un acto nos empuja, así, a la derecha o a la izquierda, hacia aquí o hacia allá. Hubo circunstancias en las que fue necesario que tomara las riendas de algo a lo que, a decir verdad, no me creía en absoluto destinado".
Entonces, “Lugar” y “Acto”, dos significantes estrechamente ligados.
Es la puesta en acto del Inconciente en el discurso donde el analista constituye su lugar, un lugar desde donde puede operar como causa del decir del analizante.
La subversión del sentido es la que confronta al sujeto con su causa, reconduciéndolo a lo Real de su padecimiento.
Ir del Otro al terreno del semblante permite operar allí, en ese lugar privilegiado que Lacan mismo delinea para el analista.
Antes es una suposición de saber encarnada en una función, una x. Es el acto el que le da su lugar, y ese acto se mide por sus efectos en la dirección de la cura.
Al referirse a la formación del analista Lacan nos alienta… frustrándonos, en cierto modo. Nos exhorta a que no hay formación del analista, solo hay formaciones del Inconciente… Del análisis se desprende una experiencia.
Es preciso entonces, transitar por la experiencia del análisis, experimentarse como resto, residuo de una operación, hacer caer los significantes amos que rigen una vida, vaciarlos de sentido, tocar la letra, para poder operar con la palabra despojada, a secas.
Lacan culmina la conferencia citada diciendo: “…Nada es más contrario a lo que se trataría de obtener de ellos, (los psicoanalistas), a saber, que conquisten la justa situación de depuración, de DESPOJAMIENTO, diría yo, en la medida en que se trata de un hombre entre otros, que debe saber que no es saber ni conciencia, sino que depende tanto del deseo del Otro como de su palabra. Mientras no existan analistas que me hayan escuchado lo suficientemente bien como para llegar a este punto, tampoco estarán las consecuencias inmediatas de esto, a saber, esos pasos esenciales que aún estamos esperando en el análisis y que, redoblando los pasos de Freud, lo harían avanzar de nuevo…”.
Este “despojamiento” no es una renuncia al pago. El pago tiene por función poner a circular la deuda del sujeto con el Otro, deuda que lo introduce en la Neurosis.
No es un detalle menor, sino en todo caso un detalle preciso y orientador, aquello que Lacan nos enseña en “La dirección de la cura y los principios de su poder” cuando afirma que se paga de diferentes modos además de que no sólo pagará el paciente. Hay un pago que le concierne al analista, por ello  dirá entre otras cosas, que el analista debe pagar: con palabras, con su persona, con lo que hay de esencial en su juicio más intimo.
Por lo tanto hablar de “pago” en un tratamiento no tiene una significación unívoca tampoco tiene una sola vía de cristalización.
Tomando como eje  la clínica con niños, se puede verificar que el pago no es solamente una cuestión  de dinero: los niños pagan también, en oportunidades con algunos objetos que ceden al analista, y pagan además poniendo a jugar el cuerpo en el análisis.
Por ello, uno de los interrogantes que surgen en este tiempo pandémico es de qué manera se las arreglará un niño para pagar su sesión, o mejor dicho, con qué pagará. 
Para decirlo de otro modo:  de qué cesión hablamos en una sesión virtual.
No ignoramos que para que un tratamiento sea posible algún pago deberá ponerse en acto. 
En este momento tan crucial donde abundan ofertas de tratamientos y de escucha, tal vez sea una condición  fundamental pensar al menos alguna vía para que pueda ser efectuado sobretodo teniendo en cuenta que el no pago podría ser riesgoso y muy  costoso también, valga el oxímoron.
                                                                    
Jorge Rivadeneira 
                                                            María Paula Giordanengo
                                                   
  Florencia Fernandez



Bibliografía

Heidegger, M.; Construir, habitar, pensar (1951)
Lacan, J.; Mi Enseñanza (conferencia de 1967). Paidos 2007
Lacan, J.; Seminario VIII (La Transferencia)
Lacan, J.; Seminario X (La Angustia)
Lacan, J.; Seminario XVII (El reverso del Psicoanálisis)
Lacan, J.; “La dirección de la cura y los principios de su poder” Escritos 2.         

2 comentarios:

  1. Producir en este momento relanza el deseo, antídoto anti depresión. El tema del pago y del dinero nos deja siempre acorralados en el marco de la mediación de una institución, sea propiamente en el àmbito del Hospital/Clínica o con el pago tercerizado por Prepaga/O.Social. De ahí que Freud habrara de la imposibilidad de un anàlisis en dichas condiciones.
    Mucho que pensar en el uno a uno virtual con un niño, con lo virtual de un pago.
    Gracias !
    R.Ortegosa

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  2. El texto nos invita a repensar el tema del pago y el del dinero en el marco de un análisis. Y estoy de acuerdo respecto de que lo que cuesta no es medible en términos dinerarios, y que el dinero que un analizante deja por su sesión es un modo de ponerle medida a lo que es inconmensurable. Respecto al ofrecimiento de escucha no arancelada en el marco de la pandemia y realizada hacia poblaciones específicas (trabajadores de salud, trabajadores esenciales, etc) no se trata de ofrecer psicoanálisis gratis, sino de ofertar una escucha específica para aquellos malestares o sufrimientos devenidos del trabajo en la pandemia que amenacen con impedir el trabajo y la vida cotidiana. No confundir con ofrecer "psicoanálisis gratis" . Cuando estemos en la posibilidad de reflexionar sobre esta práctica inédita y ofrecida durante el tiempo pandémico, podremos debatir acerca del por qué de no arancelar esta práctica de escucha y de los efectos que la misma produjo.

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