miércoles, 18 de septiembre de 2019

Los celos, entre la mujer y la madre







Celos y coqueteo
Hynes King




Una analizante muy angustiada, a quien su marido le ha sido infiel, utiliza la siguiente expresión; “tampoco digo que sea un infiel serial”. La alusión a lo serial le produce cierta perplejidad, y da paso a otras resonancias, entre ellas una serie entre su madre, (quien siempre miró para otro lado), la amante de su padre y ella, quien de niña esperaba a su padre hasta altas horas de la noche – frente a la indiferencia materna - con la sospecha de que “existía” otra mujer. Dice que no vivía como una niña de su edad, siempre estaba en otra parte.
Los celos infantiles actuaban allí la serie indiferencia - sospecha. De un no importar nada (de la madre) a importarle todo, cualquier signo aseguraba la existencia de otra mujer, que claramente venía en el lugar de dividir a su madre.
Recordaba estar atenta al gesto de su padre al traspasar la puerta. La mirada fija, inquieta se imponía al imperioso deseo de dormir.
Hacer de mujer celosa era la ficción que de niña inventaba para que lo femenino tome consistencia.

Única hija mujer de 5 hijos, a quien la madre presentaba como “la niña inesperada”. “Tengo 5 hijos, pero una es mujer”, recordó haber oído en alguna oportunidad. Ser la única, o ciertas condiciones de esa “unicidad” le producía sufrimiento. Cada intento de “ser” la confrontaba a una inermidad temprana, el desamparo que había sufrido junto a su madre, en su vida. Lo inesperado de lo femenino se confrontaba con una espera agónica, una puerta que nunca se abría, una angustia que volvía ahora con más fuerza.


Cómo hacer de lo inesperado una falta en sí misma, abriendo paso a un deseo, como mujer, fue parte del recorrido de ese análisis. En busca de certezas sobre “la mujer” no hay nada que pudiese resguardarla del padecimiento aplastante de un “no haber sido” ella, la esperada. La demanda de amor y el ser reconocida como “la única” por un hombre son los emblemas que permiten a una mujer sostenerse en la duplicidad entre el goce femenino y el goce fálico. En este punto, los celos por otra mujer, “una que lo sea”, que exista - como excepción al todo fálico - posibilitan instalar un sesgo de alteridad que localice la angustia. Localizarla, es ya un tratamiento, es un cernir algo de eso que excede, frente a lo que no hay modos de decir, o éstos no alcanzan.


Desde Freud, los celos son inherentes a la sexualidad femenina. Pasando por la proyección de la homosexualidad inconciente, los celos también pueden ser una vía posible para la subjetivación del sexo. Los celos parten de una “certeza”, no llegan a ella, de allí lo enloquecedor de rastrear signos que sólo confrontan con la propia falta. Su intensidad y su certeza apuntan a un aplastamiento del don de amor, hay un empuje por un “querer a un hombre todo para ella”, conectando allí con las figuras feroces del superyó femenino. Apostar a una transmutación de los celos en otro encuentro, ya no con el otro, sino con el propio deseo, es una apuesta posible en un análisis. En este punto, el no-todo tendrá su incidencia en el encuentro entre los sexos. Los celos instalan esa terceridad necesaria para construir una escena fundante de deseo. Instauran un desencuentro coyuntural para poder encontrar otra cosa, a partir de allí.
Será entonces un modo de salir del estrago, como aquel retorno desmedido, desregulado, de la demanda de amor. Frente al “engaño” que se le supone al otro, los celos constituyen esa pasión que no engaña como vía regia al deseo. Lo tercero no es el otro que el celoso introduce en una relación dual, sino el deseo que lo concierne y desconoce.

Los celos son, entonces, esa encrucijada que se instala en el curso de un análisis, la antesala a partir de la cual, se abren “puertas”, caminos posibles que serán transitados con el analista. Los celos pueden ir de la angustia al síntoma, el acto o la sexuación.






María Paula Giordanengo


Septiembre de 2019

viernes, 6 de septiembre de 2019

Alexandra Kohan: "Ya no se puede hablar de feminismo sino de feminismos".


Psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de la UBA.


Conversamos con Alexandra Kohan - a partir de su libro “Psicoanálisis: por una erótica contra natura” - respecto de la relación entre feminismo, psicoanálisis y sexualidad. 




Si el feminismo propone una ruptura respecto del patriarcado. ¿No se tratará a su vez de la imposición de un paradigma que reproduce aún la lógica binaria dominado- dominante?

A esta altura ya no se puede hablar de feminismo sino de feminismos. Y entre las tantas distinciones que pueden hacerse entre un sector y otro del movimiento, existe uno que, de algún modo, replicaría o reproduciría la lógica binaria dominado-dominante. Es el llamado feminismo liberal que, en palabras del manifiesto Feminismo para un 99% de Arruzza, Bhattacharya y Fraser, sería ese feminismo que busca “igualdad de oportunidades en la dominación”, aquel que “en nombre del feminismo, les pide a las personas que se muestren agradecidas de que sea una mujer, y no un hombre” la que los oprimen. Son las mujeres que buscan ocupar posiciones de poder y hacer uso de él del mismo modo en que lo hacen los hombres. Es un feminismo que tiende al elitismo y al individualismo y que se aferra a la idea siguiente: como las mujeres fuimos oprimidas tanto tiempo ahora es nuestro turno para oprimir. Son las mujeres que quieren ellas ocupar los lugares de los hombres pero para perpetuar esa lógica. Pretenden que el feminismo sea un movimiento autónomo y desprendido de otras luchas sociales. De más está decir que no es el feminismo con el que me identifico. Hay otros feminismos que, en cambio, intentan -no digo que se pueda lograr absolutamente- que no se reproduzca la lógica dominado-dominante. Pero para eso hay que estar muy atentas a nosotras mismas, a revisar las prácticas que llevamos a cabo, a cuestionarnos cada vez que ocupamos lugares de poder. Porque no es voluntario. Para eso creo que hay que tratar de no adormecerse en la tranquilidad de creer que porque uno se nombre feminista, ya lo es.



¿Considerás que algunos discursos feministas son culpabilizantes en tanto suponen cierto deber ser de las mujeres?

Hay muchos discursos actuales provenientes de algunos feminismos que son muy prescriptivos y moralistas, sí. Hay, en ese sentido, una sustitución de un manual por otro. El manual de la buena esposa es reemplazado por el manual de la buena feminista. El asunto no es tanto el contenido de esos discursos sino su enunciación prescriptiva. De esas cosas me ocupé en el libro. De cómo, al ser moralistas y prescriptivos, producen todo el tiempo que algunas mujeres se sientan en falta por no obedecer a eso que le dictan. Son discursos paternalistas y superyoicos que sí, a veces generan culpa.







En el libro afirmás que ciertas posturas dentro del feminismo pretenden retrotraer el
cuerpo pulsional al encuentro con el otro, sin que haya la intermediación de las fantasías en juego.¿Qué fantasías podrías situar como predominantes en las mujeres, hoy?

Me cuesta responder por varias razones: primero porque no hablo de los analizantes
públicamente, segundo porque no se trata de contenidos de fantasías sino de la función de la fantasía. Pero, en términos más generales, como señala Juan Ritvo, las personas se van a la cama con sus fantasías masturbatorias.



Vos decís que la lectura de Freud del síntoma histérico marca al psicoanálisis como acontecimiento: ¿Se puede pensar al feminismo actual como acontecimiento en términos psicoanalíticos?

El feminismo es un acontecimiento, sin dudas, pero no lo ubicaría en la actualidad; no hay feminismo actual sin historia del feminismo. 



¿Qué autora feminista considerás de lectura imprescindible por sus aportes al psicoanálisis?
Yo no lo pienso en términos de “aportes”, sino que pienso en autoras que no rechazan el
psicoanálisis. Que manejan una noción de sujeto, de cuerpo y de deseo que está en
consonancia con el psicoanálisis, que no rechazan el inconsciente ni la pulsión. Entonces
más que aportes yo hablaría de una interlocución posible. Ahí existe toda una constelación de autoras: Rita Segato, Judith Butler, Nancy Fraser, Camille Paglia, Virginie Despentes, Nancy Giampaolo -por mencionar tan solo algunas- y, sin dudas, Florencia Angilletta. 



Según tu opinión, ¿cuál debiera ser el lugar del analista allí donde los padres vienen a consultar con una posición tomada respecto de la identidad sexual de su niñ@?

No creo que el lugar del analista sea distinto según “el tema” o “la problemática”. En ese
sentido, no puedo pensar anticipadamente cuál sería el lugar en ese caso. Porque, además, no todos los que pasan por “lo mismo” son iguales y porque no existe, para un analista, un caso igual al otro, no hay tal “lo mismo”. Pero me permito remitirlos a una carta que la psicoanalista Carina González Monier publicó -con autorización de los padres y la niña-.Una niña que no se sentía a gusto con el uniforme de la escuela, el uniforme de mujeres, debido a que estaba experimentando cierta incomodidad, cierta inadecuación entre su cuerpo y la vestimenta. La analista la acompañó en la redacción de la carta para la Institución. La carta es una pieza que emociona y que conmueve: 
https://carigmonier.tumblr.com/post/184966239765/vamos-a-fracasar-de-la-manera-m%C3%A1s-seria-que/amp