Al inicio de un célebre texto del
psicoanálisis denominado "La represión" (1915), el creador del
psicoanálisis plantea que ante un peligro de naturaleza interior no nos cabe la
posibilidad de la fuga o huida como sucedería con un peligro exterior. Entonces
ante esa situación de peligro, al sujeto la única posibilidad de defenderse es
recurrir al mecanismo defensivo de la represión. La represión es el mecanismo
que los neuróticos utilizamos ante este peligro que Freud denomina una moción
pulsional que proviene de nuestro "interior"
Nuestro contexto actual nos lleva
a recluirnos para salvaguardarnos de un peligro exterior pero que es invisible,
un virus que puede estar en el ambiente y que nos puede contagiar un otro, un
semejante. Entonces parecería que si nos quedamos en casa, cumplimos con las
medidas de protección sugeridas estamos bajo resguardo. Lo cierto es que ante
esta situación el sujeto se enfrenta a su peligro interior y es lo que los
psicoanalistas llamamos nuestro fantasma. El miedo exterior se trasmuta en la
interioridad de nuestro hogar, el sujeto recluido y consumiendo información de
lo que pasa "afuera" a través de las pantallas, comienza a
experimentar sensaciones, el miedo exterior mudo en interior.
Pero la reclusión en el hogar
conlleva un mayor riesgo ya que el sujeto se enfrenta consigo mismo y ese es el
mayor peligro. Ese otro de afuera que él teme y del cual se resguarda se
presenta bajo aquél semejante que en la mayoría de las veces es su pareja
conviviente, aquél otro con el cual le toca compartir la cuarentena. La lección
que el psicoanálisis enseña en estos casos es que yo soy el otro, es decir, aquél semejante con quién me peleó, con
quién me enojo, a quien le atribuyo las causas de mis males (entre otras el mal
humor) son en verdad producto de mi subjetividad/psiquismo. Es decir que yo soy
el mal y no el otro.
Lo que aquí quiero decir es que vivir
este particular momento es intentar transitarlo con serenidad y solidaridad
hacía ese otro, entendiendo -como se dijo una vez-, que la patria es el otro y
por lo tanto yo soy el otro.
Estas breves reflexiones surgen tras
las horas de ocio actual en el cual me encuentro, ni el cine, la música o la
literatura pueden lograr la distracción suficiente para calmar la angustia de
lo que sucede, de hecho me cuesta mucho concentrarme y fue una tonta ilusión creer
que podía “aprovechar” estos días para terminar de escribir un libro y otros
pendientes que siempre existen. De ahí que observando este gran depósito de
quejas e histeria que son hoy las redes sociales (Facebook, Twitter, instagram
y más que nada los grupos de guasap) se puede ver distintas posiciones
subjetivas de las personas en este momento, y que se expresan con más claridad
que nunca antes. Desde aquellos que nos enteramos que niegan lo que está
pasando y aprovechan para seguir como si nada pasara (aquellos q se van a
de viaje hasta aquellos que salen a hacer ejercicios), como aquellos otros que
desde la comodidad de su casa putean e insultan a los mismos negros de siempre (¿de mierda?) que son
salvajes y que no respetan la cuarentena porque se amontonan en las colas de un
súper.
Ahora bien, ¿a qué responde está
actitud? ¿Podemos culpar a las personas que se imaginan la cuarentena como un
reclutamiento apocalíptico en el cual el mundo se tornará como Walking Dead? Se
podría decir desde alguna disciplina social que fuimos subjetivados por el cine
para flashear todo está porquería, el éxito de este tipo de series y películas
lo demuestra.
Sin embargo acerca de la pantalla
el psicoanálisis lacaniano aquí tiene otra cosa para aportar. Lo que
denominamos el fantasma, es ese marco que se recorta sobre un real y a través
del cual el sujeto mira la realidad. Es decir el fantasma es la ventana con la
cual miramos el mundo y al otro y, para que esa ventana se construya, fue
necesario que se haya extraído un objeto particular que los psicoanalistas
llamamos objeto a –que habitualmente
se presentan como mirada y voz. Sin esos objetos extraídos, la realidad se
presenta sin marcos y la misma se torna real, es decir sin velos.
Actualmente asistimos a una época
que todo lo queremos ver y oír. Nuestro autoerotismo y compulsión con los
dispositivos electrónicos hace que consumamos todo de "afuera". Creando
la ilusión que tenemos un acceso directo a las cosas. El punto es que creamos
una “realidad” a partir de lo que cientos comparten y transmiten en los grupos,
en redes, etc. Y esa “realidad” que vamos creando y compartiendo se teje sobre
un temor de fondo. Tenemos miedo de eso que estamos “viendo.”
Y otra cosa que nos enseña el
psicoanálisis es que los sujetos compartimos los mismos temores: como miedo a
la muerte que se puede presentar de distintos modos. Lo que sí encontramos son
diversos modos de responder ante situaciones críticas como la que estamos
atravesando, es decir para tomar lo inicial, distintas maneras de defendernos
ante lo que nos causa temor.
Puede haber como respuestas la denegación (sujetos que saben pero se comportan como ‘a mí no me va a pasar’) o puede haber
respuestas de rechazo que muchas
veces pareciera que roza con el cinismo cómo aquél sujeto que se subió a un
crucero ya con síntomas en donde habían 500 personas y recién arriba, cuando el
desastre está consumado, aviso de su situación.
Y algo de todo ese caldo de
posiciones y respuestas defensivas se pueden leer en las manifestaciones de la
gente, ninguna muy simpática, todas bastantes ruines: desde el progre e
intelectual con su posición cínica y que putea tras la comodidad de su hogar,
hasta el cheto tilingo {Tincho} apareciendo el mecanismo de la denegación 'a mí no me va a pasar', como dijimos
recién.
¿Qué nos queda? Respetar esta
consigna global de quedarnos recluidos en nuestro hogar, ser solidario con el
otro que es una forma de ser solidario conmigo mismo. Pensar que hay gente que
no tiene amigxs o familiares cerca a quien recurrir, algunxs que están sólxs o
incluso con un hijx menor a quien cuidar. Es momento que el cinismo reinante de
muchos sectores se aparte. Podemos recurrir al humor, sí por supuesto, siempre
es un buen antídoto ante situaciones como esta. Pero es importante recordar que
nosotros también construimos esa realidad que circula por las redes con la
información que decidimos compartir en nuestros grupos de wsp. Y ya para ir
terminando porque se hizo extenso también es preciso recordar que así como dije
que yo soy el otro, también en muchas situaciones yo soy Otro para el otro. Es
decir, yo soy una figura de autoridad (y alteridad en algunos casos) para otrxs,
soy referente o simplemente soy el padre de un menor. También por eso muchas
veces vale no perder la cabeza.
Gabriel G. Artaza Saade
21-03-2020
21-03-2020
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