miércoles, 8 de enero de 2020

Objetos que pulsan: la mirada y la voz




        Los objetos pulsionales aluden sin duda a la función de la pulsión pero también, a la pulsación del cuerpo. Sus efectos se cristalizan en un análisis y allí es donde se podrá buscar el modo de lidiar con ellos, ya que ellos son, pese a nosotros mismos. Ellos nos eligen y no, nosotros a ellos, de modo tal que debemos resignarnos a ser objeto de nuestros objetos. 

  •  Los Objetos, los varones y las mujeres

Cuántas veces nos encontramos con que, en una reunión “ellos” hablan acerca de las fotos de fulana, o la película que los ratonea o la revista de la adolescencia que los enloquecía.
Habremos escuchado o leido algo de ello en reuniones de mujeres? Difícilmente las  mujeres se juntan del mismo modo pero allí la referencia es a la palabra: “no sabes lo que me dijo”, o “me habla poco”, las mujeres - entre ellas y con los varones - prefieren las notas de voz, que dicho sea de paso, es un precioso modo de decirlo, porque la voz escribe, modela, recorta, transmite algo en sus oscilaciones que excede por lejos el campo de la mirada.
La voz juega, apela, llama, convoca. 
¿Se podria afirmar tal vez que la voz es el objeto pulsional que cobra más fuerza en la mujer? No parecería tan descabellado plantearlo como posibilidad. 
Recuerdo, hace un tiempo, una paciente que con gran angustia traía una y otra vez la dificultad en poder evocar la voz de su padre muerto: cómo era? cómo habría sido realmente? “una voz muy teatral” decía su madre, y así ella iba buscando aquella voz en su analista, en sus parejas. Esa voz que la anude, que la pacifique, porque los recuerdos se construyen pero: qué pasa con esa voz que se olvida? A dónde va? Qué hacer con esa voz perdida? 
La voz, tal vez es ese objeto pulsional que prima en la mujer. 
Como verificamos esto en la clínica? 
Varones y mujeres se reúnen, tanto un@s como otr@s necesitan hacer lazo pero con la existencia de matices: el varón hace relatos, rara vez habla de lo que le pasa. Allí la palabra está más del lado del cuento que de la confesión. La mujer, en cambio, necesita del encuentro con sus amigas para hacer catarsis, ellas cumplen un rol vital para la mujer, el lugar de confidente.


  • En el diván


La voz en los análisis cobra un lugar de relevancia, pues es en el diván donde descubrimos que la voz tiene peso, adquiere cierto cuerpo allí donde la mirada se sustrae. 
Sería interesante pensar bajo estas coordenadas, en los efectos del uso del diván en el varón y en la mujer. 
De lo que no quedan dudas es de  que ambos objetos cumplen funciones diferentes: la mirada muchas veces sostiene, enmarca, mientras que la voz tiene otros efectos: acerca, acompaña, presentifica lo ausente, re-presenta. 
Puede haber encuentro entre voces y desencuentro entre miradas. También puede no haber encuentro gracias a algunos artilugios virtuales que en realidad hacen semblante de encuentro.
Será por eso que hoy de algún modo ha cobrado mayor importancia el uso de las redes y de las apps de citas que apelan a encuentros menos tradicionales,  un tanto más desencontrados y esquivos.  Tal vez el encuentro virtual sea una forma de sostener el desencuentro. 
Los objetos voz y mirada, dan cuenta de la existencia de la pulsión. La tecnología pareciera intentar esconderlos priorizando otros, esos objetos llamados gadgets, tan vigentes en la época actual.
Seguramente, su función, el modo en que se pongan en juego en cada quien darán cuenta entre otras cosas del objeto fantasmatico del sujeto.

  • Las redes

Es dable pensar, que en las redes sociales, allí donde prima la captura de imágenes de las más variadas, la mirada del otro tiene el estatuto de hacer representable algo de la propia mirada, como si ésta estuviese presentificada pero a través de ese pasaje por el Otro.
Lo Virtual aparece como una vertiente de un imaginario que captura y devuelve representado el objeto mirada. Y es por este pasaje que algo de la propia representación del cuerpo adquiere registro. Una mirada/pantalla que devuelve entero el cuerpo fragmentado, una suerte de “Estadio de la pantalla” como confirmación del Yo, de la que nadie está exento.
En las jóvenes, las fotos en el espejo del baño son un clásico. El baño como lugar privado, es el escenario privilegiado para que la imagen del cuerpo adquiera dimensión pública. Lo íntimo devenido objeto mirada, una mirada que se desconoce, que es extraña al sujeto. 
De la mirada puede desprenderse una fantasía. El deseo de ser mirados, es un deseo de existencia. Frente a lo efímero del lazo y la ausencia de mirada, lo que aparece en la pantalla es siempre visto.
Recuerdo un capítulo de Black Mirror, ficción muy real de nuestros tiempos, en el que ocurría un accidente y la primera reacción de quienes se acercaban, era sacar una foto o filmar la escena. Como si entre el otro y el sujeto, el flash permitiese anteponer un ojo que proteja de la mirada y del horror.
El celular, extensión de la mano del hombre hipermoderno, prótesis del cuerpo, es un ojo que todo lo ve, pantalla donde se “proyecta la vida”, como dice la canción de Fito Paez.
Una suerte de dialéctica pulsional, verse - ser visto - hacerse ver que escenifica una especie de ojo absoluto, recordando el texto de Gerard Wajcman; “Nos miran. Es un rasgo de esta época. El rasgo. Somos mirados todo el tiempo, por todas partes, bajo todas las costuras”.
Aquí cabe la distinción vista/mirada. Somos vistos todo el tiempo, pero la vista proviene de otro, la mirada es un objeto del sujeto. De la vista construimos la mirada que envuelve y rearma. Hay escansión entre el ver y el mirar.
Lo visto presenta la fijeza, lo determinado, la exactitud, lo pleno.
La mirada está perdida.


                               Florencia Fernández 
                               María Paula Giordanengo

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