lunes, 13 de enero de 2020

Un amor real









El propósito de este texto es permitirnos pensar en lo que ocurre cuando en una pareja hay algo de la intimidad que se devela, lo que debería permanecer al resguardo de la mirada publica, de pronto es tema de conversación, debate y escarnio ajeno.

En la película “El diario de una princesa” el protagonista, un cirujano cardiovascular de quien se enamora Diana, le dice: “No puedo estar contigo y con las 5.000.0000 de personas que te aman”, a lo que ella responde; “Todos ellos me aman, pero acaso hay alguno, en alguna pate del mundo, que quiera quedarse a mi lado?”.
Me pareció sumamente representativa esa frase acerca de la intimidad que el amor requiere, la creación de un código, siempre cerrado entre dos amantes, y hasta la invención de una lengua propia, a veces con modos de nombrar al otro como “bichi”, “gordi”, nombres que condensan, a la vez, el agalma y el desecho, lo que eres y lo que puedes perder, ese objeto preciado, elevado que hace de cada uno un ser especial.
Al renunciar a la realeza, Harry dice; "Mi mayor temor es que la historia se repita. He visto lo que sucede cuando alguien que amo es tratado como mercancía al grado de que ya no son tratados o vistos como una persona real. Perdí a mi madre y ahora veo a mi esposa caer víctima de las mismas fuerzas poderosas''. Ambos quisieran ganar su propio dinero y dar curso a su deseo. Sus sueños parecen de lo más triviales, ella quisiera vender artesanías, por ejemplo, cuanto más común, más deseado, desean ser gente común, que pase desapercibida, que nadie se detenga a sacarles una foto o acosarlos. Porque el amor cuando esta pluralizado puede devenir mortal. El líder amado es también presa del odio, y el acoso.
Pertenecer a la realeza mató a su madre. ¿Hay acto más digno para el hijo de una madre muerta que hacerle honor a su nombre a través de su mujer?
¿No es esto, acaso, hacer otra cosa con la muerte, el trauma y el horror de haber tenido que acompañar el féretro de su madre, fallecida injustamente por el acecho permanente de los medios, con tan solo 12 años?
Renunciar a los títulos nobiliarios y nombrarse a través de una mujer es lo que hace de Harry, ya no el hijo de una madre muerta, sino un h(n)ombre.
Pero volvamos al punto en que en una pareja se quiebra el pacto de intimidad que la funda.
Frecuentemente ocurre que cuando una pareja se encuentra con otras, algo de esto sale a la luz. Ese pacto en que los goces de cada uno de los amantes se encuentran al resguardo, de pronto es puesto sobre la mesa. Un comentario, una crítica acerca de si ella cocina y cómo lo hace, si él se hace cargo de otras labores típicamente masculinas, o no, o bien los celos de que ella habla más con las mujeres que con él, o él actúa haciéndose el macho, entre los hombres, dejando notar que la escena trasunta solo entre hombres y ellas tienen que atender y servir la cena. O si están con los hijos, de pronto son ellas quienes se ocupan de que interactúen en armonía con los otros niños, que se pongan protector solar, mientras ellos relajadamente toman un trago al borde la pileta, dejando claro que entre hombres nadie es capaz de feminizarse, como sí podrían hacerlo en la intimidad donde consienten a feminizarse por el amor de una mujer.
En fin, hay una multiplicidad de ejemplos, como parejas y encuentros se nos ocurran.
El punto es que la intimidad de una pareja se ve amenazada cuando hay otros, cuando la terceridad aparece, y entonces, ellas comienzan a criticarlos ente sí, se generan complicidades variadas, se dicen cosas que en privado no se dirían o que sonarían diferente, sin el amplificador social.
Porque lo social es deserotizante per sé, para que el lazo social se funde, lo sexual debe quedar de algún modo resguardado, sublimado. Cuando se trata de la sociabilidad entre parejas, los goces quedan desparejados, el síntoma que los contiene trastabilla y la escena es proclive a deshacerse.
Socialmente los pactos entre los amantes se ponen a prueba, son forzados a semblantearse.
En tanto estamos aparejados al síntoma, más que al otro, o al síntoma del otro (como partenaire del sujeto), cuando hay Otro, es decir, cuando hay lazo social – entendiendo por éste aquello que preserva al sujeto del Otro radical, la pulsión de muerte - se desgrana la ilusión que sostenía a los amantes en un pendular de dos, en una sincronía casi perfecta.
Así como hay un malestar en la cultura, también lo hay en los encuentros colectivos, y siempre el trasfondo es eso que debería permanecer velado, como piedra basal que ha fundado ese lazo amoroso. Primero está pulsión de muerte, como dice Freud, “lo que no pertenece al Yo es rechazado y puesto en el exterior”, sólo después el amor da la ilusión de plenitud con ese objeto ajeno, ahora devenido como parte suya, como lo más propio, íntimo y éxtimo.
Cuando la intimidad se quiebra, todo lo que estaba amparado bajo el amor se vuelve extraño, Otro absoluto. Quienes se separan y tienen que sostener económicamente a los hijos, suelen retacear lo que aportan, hasta son capaces de fraguar un recibo de sueldo, “es ella la que me quiere… sacar la plata, a ella no la voy a mantener”, se escucha habitualmente en algunos hombres.
Porque lo que se da y más bajo la figura del dinero, como representante fálico por excelencia, encubre el deseo y el amor, querer dar menos o no darlo en absoluto da cuenta de todo lo que ese sujeto perdió con esa separación. “No puedo seguir perdiéndote” es la frase en la que se traduce ese no querer  dar más a esa mujer que amó.
Para concluir, y luego de un mix enredado de cuestiones, la decisión de Harry muestra que para que el amor no muera, la mirada del Otro tiene que estar siempre un poco ausente. La mirada el flash de las cámaras insidiosas que mataron a su madre, el horror de ser un objeto de amor para el mundo.
Harry sabe que el amor tiene su trasfondo de horror, renunciar a la realeza hace de su amor, un amor más real.


María Paula Giordanengo

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