viernes, 29 de noviembre de 2019

La ficción fundada.









Por Maite Pil. 



Decidí escribir unas líneas sobre una película que vi hace unas semanas atrás, "Thunder road" (USA, 2018); escrita, dirigida y protagonizada por Jim Cummings. Es un film independiente que rompe con los, ya casi agotados, estereotipos indies. No se trata de un estudiante de arte en Nueva York, ni de un alma perdida de Arizona. Y remarco esto porque el cine indie no es indie por contar con bajo presupuesto, o por no tener el aval de grandes productoras, ni por ser sus directores o actores poco conocidos, como se lo ha caracterizado muchas veces. El cine independiente norteamericano es un género en sí mismo, y de lo que se independiza, precisamente, es de un relato hollywoodense, del zeitgeist de la industria. 
Thunder road cuenta la historia de un policía separado, con una hija, al que se le muere la madre. Es una historia simple, nos muestra algunas semanas de este personaje, su dolor, sus problemas, su decadencia. Pero, fundamentalmente, es una película que nos habla sobre las ficciones que todos los mortales estamos condenados a actuar. Y, peor aún, el precio que se paga por no hacerlo. 
La primera escena, en el funeral de la madre, lo vemos a él dando un discurso, con mucho dolor, diciendo lo que puede, incluso haciendo un baile, ya que la madre había sido bailarina. Este papelón se convierte en el desencadenante de una serie de pérdidas. 
De ahí en más empezamos a ver a un personaje que se debate constantemente entre ser y no ser. Y hay una frase que él repite mucho, porque es lo que le dijeron: cada uno hace lo que puede con el dolor, no hay buenas y malas formas de expresarlo. 
Es un film que, además, maneja muy bien el ir y venir de los registros. Hay escenas profundamente dramáticas y otras sumamente graciosas. 

Desde que la vi, y hasta hoy, la recomiendo. Pero claro, me veo obligada a decir, a aclarar, que es una película bizarra. No en el sentido estricto de su denominación, porque no tiene una estética que apunte hacia allí, sino que es bizarra porque estamos frente a una personaje que no puede sostener cierto tipo de pacto sociocultural, incluso es un personaje que rompe pactos con el propio espectador, nos fuerza a soportar escenas que provocan cierta vergüenza ajena. Y aquí es donde, creo yo, radica la genialidad de película, que desde un acto mínimo se pone en jaque toda una construcción de lo aceptable. Evidencia, asimismo, que son esos pactos, esas formas a las que nos vemos obligados a responder, lo que constituyen lo bizarro, lo antinatural, la ficción.

No es azaroso que Hollywood necesite de un Joker para pensar a las marginalidades. Llevar la expulsión social a su máxima expresión es una forma de sostener ese discurso que hace que la mayoría de la gente no se sienta en riesgo. Esta es una película que nos hace pensar a los efectos sociales desde el llano, sin disfraces, con víctimas y victimarios mucho más difusos. Es la ficción de la vida misma.     




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