jueves, 18 de julio de 2019

Feminismos y psicoanálisis . ¿Un diálogo posible?















De un tiempo a esta parte, los feminismos como discurso y como movimiento, han ganado derechos y garantías, siendo ello de un valor esencial e indiscutible. Cada vez más y más mujeres se movilizan con el objeto de hacerse eco de ello y muy gradualmente, comienza el proceso de naturalización de la idea de que una mujer no puede ni debe estar en desventaja respecto a un varón.

También de un tiempo a esta parte, hay un efecto de este movimiento que es interesante analizar: subyace una idea de que habría un género,el que antes primaba debido a su excesiva potencia y desmedido poder, del que actualmente se podría prescindir, idea que la ciencia promueve al poner de manifiesto que, para tener un hijo,ya no sería necesaria la presencia del varón, pues con su esperma alcanza, ejemplos de ello abundan en los medios.

La cuestión que me interesa pensar es si a este movimiento de inclusión se le corresponde otra vez , cierto movimiento de exclusión. Desde una posición que si bien se plantea como genuina, emerge una respuesta al movimiento anterior, resultando paradójicamente identificada con cierto semblante de lo viril.

A partir de ello cabe preguntarse si para que se obtenga la igualdad de derechos, de lo que se trata es del acceso a una posición idéntica a la cuestionada por totalitaria y hegemónica o si lo que convendría sería postular un lugar "otro", atendiendo a que lo simétrico no implica la noción de lo idéntico. Si bien esto puede resultar evidente, por momentos deja de serlo.

Por otro lado es esencial hacer lugar al siguiente interrogante: ¿Se puede pensar que el “todos somos iguales”, conduce a una homogeneidad que contiene como riesgo la indiferenciación? Si la respuesta fuera afirmativa, ¿Cuáles serían sus posibles efectos en la clínica y en la vida?.

Mas allá de que todavía existen mas preguntas que respuestas, lo cierto es que en la actualidad sigue resultando extremadamente complejo el diálogo entre los feminismos y el psicoanálisis pero ello no niega su imprescinbilidad . Mas bien, lejos de invalidarlo, es justamente esta dificultad la que lo instaura como una necesidad, pues también se dialoga con lo complejo, lo que está en proceso y lo que aun nos resulta, por momentos, indescifrable.

El mayor desafío  radica en que ambas, psicoanálisis y feminismo, atienden a cuestiones diferentes y allí emerge algo del orden del desencuentro o tal vez, el enriedo: el feminismo es un movimiento cuyo principal motor es la lucha por la defensa y la igualdad de las mujeres como colectivo y el psicoanálisis intenta localizar cómo las cuestiones que atañen a lo social atraviesan la subjetividad y afectan la posición fantasmática de cada quien, es decir,cómo ello adviene un significante para el sujeto.

Justamente es por esto que considero de vital importancia concluir que para que se produzca un encuentro entre ambos campos, de lo que se tratará no será de enmudecer o velar los matices sino de poder alojar los contrastes  que un determinado acontecimiento suscita , un intento de alejarnos del reduccionismo que tiende, inexorablemente, a excluir lo hetero.

Por lo tanto, si frente a la emergencia de un Real nos quedamos inmóviles como en un juego de estatuas, lo más probable es que el desencuentro y la distancia se acentúen pero sobretodo, que el psicoanálisis caiga en el irremediable error de desestimar un valor fundamental para nuestra clínica como fue, es y espero siga siendo, la subjetividad de la época.





Florencia Fernández

Psicoanalista

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