1) La época de las series
El clima de nuestra contemporaneidad es
respirar series. Las series inundan las redes,
las reuniones con familiares y amigos en las cuales siempre hay
conversaciones sobre las mismas, recomendaciones y discusiones que ellas
suscitan. Al punto que nos arriesgamos a decir que nuestra época es la época de
las series. Que nuestra época sea de las series trasciende la consideración de
pensar que las mismas son un objeto de consumo que propone el capitalismo.
¡Claro que lo son! Pero que haya miles y millones de sujetos “consumiéndolas”
nos lleva a considerar la satisfacción pulsional que las mismas acarrean ya que
en su carácter adictivo se comportan al estilo del goce toxicómano. De lo cual
se desprende una primera distinción con respecto al cine: mientras las series
responden a la satisfacción pulsional el cine se vincula con el deseo.
Ahora bien, decir que nuestra época es
de las series también implica plantear que nuestra época en sí misma toma la
forma de la serie (Wajcman, 2019),
nuestra época es serial. En nuestra segunda entrega de esta publicación vamos a
presentar su vinculación con la denominada literatura folletín antecedente del
género de lo serial, pero me gustaría introducir cómo lo serial estuvo muy
presente en el discurso de los políticos, infectólogos, biólogos y
comunicadores a partir de la pandemia mundial de coronavirus. Una y otra vez
escuchamos decir el sintagma “es el día a
día” y precisamente esto tiene que ver con lo serial: su aspecto fragmentario
–otra relación más con lo pulsional, lo parcial– y además su diacronía que se
presenta secuencial. Por lo que nuestra “realidad” se presenta de esa manera.
El mundo se volvió serial. Ahora veamos algunas noticias del último tiempo para
exponer algunas de estas ideas que venimos planteando.
2)
El mundo se ha vuelto serie
Hace unos meses atrás un periodista
entrevistó de manera virtual a Charlie Brooker, el creador de la serie de
ciencia ficción distópica de Black Mirror. En medio del clima
mundial de pandemia –en donde se presentificó de manera inquietante la
dependencia que en nuestras vidas asumen los gadgets tecnológicos– la pregunta
al creador de esta serie fue si había pensado en hacer una nueva temporada de
su ilustre ficción televisiva y la respuesta fue grandiosa. Charlie Brooker le
dijo que no era necesario ya que el 2020
era una temporada más de Black Mirror. Las pantallas, las cámaras y los
dispositivos tecnológicos desplegados de múltiples maneras para nuestra
subsistencia se habían tornado una realidad inquietante, el producto televisivo
de ficción sobraba ante tanta “realidad” inquietante.
En EE.UU, en medio del clima de
pandemia por coronavirus, una multitudinaria marcha y protesta por diversos
estados de ese país se desencadenaron a partir de la muerte de George Floyd por
parte de la policía ocurrida el 25 de mayo de este año. Al punto que el presidente
de ese país tuiteo en esa red social:
“Law & Order” (Ley y orden) haciendo un llamado a esos significantes amos. Lo
curioso y divertido fue que precisamente es el nombre de una famosa serie
televisiva de ese país por lo que las respuestas que obtuvo a dicha publicación
fue la contestación de miles de usuarios que le comentaron con el nombre de
otras series televisivas. Este clima que repercutió de manera drástica para la
presidencia de Donald Trump por el costo político que le generó además causó
una crisis que se multiplicó por
todos los Estados. Las protestas se multiplicaron como así también la crisis:
crisis por el coronavirus, crisis económica, crisis a partir de las marchas y
protestas. Un clima enardecido de crisis. Y este punto es trascendente ya que
nuestra época que tiene la forma de las series se presenta precisamente
atravesada por crisis permanentes. El antiguo ciclo temporal en el cual
teníamos calma-crisis-calma fue sustituido por uno más vertiginoso con las
características de crisis-crisis-crisis. Este es el mundo de hoy que nos toca
vivir. Y una gran serie de este último tiempo que expone estas características
es Dark,
en donde vemos a dos adolescentes que quieren “arreglar” el mundo a partir de
viajes en el tiempo pero cada vez le resulta más difícil porque ese mundo de
calma y paz no lo encuentran en ninguna dimensión temporal.
Volviendo a EE.UU y el asesinato por
parte de las fuerzas de seguridad, fue tal el revuelo a nivel mundial que una
empresa como Mercedes Benz –famosa marca colaboradora del nazismo en su momento–,
decidió cambiar el color clásico de sus autos de Fórmula 1, el plateado por el
negro, en apoyo a la lucha contra el racismo en el mundo. Claro que cada país
de Latinoamérica y del mundo tiene lamentablemente su historia de muertos por
las fuerzas de seguridad. Pero en este sentido es en EE.UU donde se manifiestan
los síntomas de la cultura de Occidente[1].
Ahora bien, nuestra realidad política
nacional también se presenta bajo la forma-serie
de la que venimos hablando. Recientemente el Presidente Alberto Fernández,
pronunciaba en su discurso por el acto de la celebración oficial en el 204
aniversario de
3) De
la forma-serie a la forma mundo- serial
Pero volvamos a nuestro objeto que son
las series. Me interesa la idea que plantea (Wajcman, 2019)[3]
acerca de la forma-serie ya que la
misma remite a la idea que no solamente nuestra época actual tiene forma de
serie, las noticias políticas que venimos diciendo son un ejemplo de eso, sino que
también son las series las que a su vez le dan forma a nuestra época. En este
panorama es curioso el “estado” que presentan los héroes de esta época. Si
pensamos en una actual serie de HBO sobre superhéroes que se denomina Doom
Patrol, basado en un cómic de DC, vemos que estos superhéroes son seres
que están en muy mal estado. Así están anunciados desde el comienzo mismo.
Estos héroes en mal estado están atravesados por conflictos subjetivos de los
cuales nunca se pudieron reponer. Y esa es una de las características que
tienen las series de nuestro tiempo, que sus principales protagonistas están sumergidos
de un sinfín de conflictos subjetivos y psíquicos: el protagonista de Dr.
House es un ser irascible, de
mal carácter, soberbio y con problemas de adicciones. Y es así que en este
mundo se muestra un declive de los héroes. Es en ese contexto que las mujeres
aparecen como figuras fundamentales en la resolución de conflictos, de reinos,
de guerras, etc. Pero el precio que pagan estas figuras femeninas por tomar las
riendas en estos problemas es al punto de ser retratadas como mujeres
desquiciadas. Y abundan los ejemplos de series en este sentido. Veamos algunos:
Game
of thrones termina disputándose el reino en una guerra sangrienta entre
el ejército de dos mujeres que están completamente desquiciadas (Daenerys
montada a un dragón incendiando la ciudad que quiere tomar y, por otro lado,
Cersei, una mujer que traspasó todos los límites). Si pensamos en una serie
como Homeland
también sucede que la protagonista principal, aquella que puede “descubrir” al
“enemigo” también no goza de buena salud: porta el diagnóstico de bipolaridad,
razón por la cual perderá su empleo en la CIA.
Es decir, que tanto lo masculino como
lo femenino se muestran en crisis bajo el paradigma de un punto central de
nuestra época: el declive de la era del padre que ha llegado a su fin. Dicho
paradigma se expone de manera paroxística en Los Sopranos, personificando
a un líder de la mafia italiana en new york quién acude desde el primer
capítulo al consultorio de una analista ya que padece de ataques de pánico. Pero
si pensamos en una serie de este momento nos va a permitir articular otras
cuestiones. En la magistral Succession, se trata de un drama con
tono de tragedia adaptado a los tiempos actuales en una privilegiada familia.
En ella vemos a un empresario multimillonario dueño de grandes corporaciones de
distintos rubros pero principalmente formadoras de opiniones como son los
medios, el cual no quiere renunciar a ser la cabeza de su empresa a pesar de su
estado de salud y envejecimiento. La serie actualmente consta de dos temporadas
y aún no concluyó pero podemos aventurar que su final tendrá las características
de la tragedia, es decir de un final catastrófico e irreparable, sin
compensación justa y material por lo padecido[4].
(Steiner, 2012).
4) ¿Que
nos enseñan las series sobre el mundo de hoy?
Más allá de cualquier consideración
futurológica que uno puede tentarse a pensar que las series nos revelarían, es
interesante plantear que mediante estas ficciones televisivas podemos darle
forma y comprensión al mundo de hoy. Pienso en una serie distópica como Years
and years o incluso El cuento de la criada. Pero otra
característica principal del mundo de hoy que también las series fueron
planteando, como las recién mencionadas, es el tema de la segregación y el problema
de los migrantes y refugiados. En Stateless (Desplazados), producida
por Cate Blanch para Netflix, el problema de los migrantes y refugiados está en
primer plano de una manera magistral ya que resalta esa diferencia cultural
bajo el odio que produce ese rechazo a la forma de gozar del otro, lo cual está
en la base de la segregación[5].
Es así que podemos plantearnos: ¿Qué significa esta escalada de racismo en el mundo diseminados en distintos grupos de ultra derecha y representados por líderes políticos que promueven una retórica xenofóbica y ultranacionalista?
Si pensamos en algunos líderes de la derecha en nuestro continente como ser Bolsonaro o Donald Trump, acaso ¿no representan un llamado al antiguo orden? Es decir su llamado ¿no es una nostalgia por la restauración del nombre del padre que se expresa por ese pedido de mano dura que estos líderes representarían? ¿Es posible restaurar un orden que ya se perdió?
Gabriel G. Artaza Saade
23/08/2020
[1] En este punto seguimos la primera
clase del curso de Jacques Alain Miller: “El otro que no existe y sus comités
de Ética”, denominada United Symptons
[2]https://www.telam.com.ar/notas/202007/487374-alberto-fernandez-dia-de-la-independencia.html
[3] Gerard Wacjman “Las series, el mundo, la crisis, las mujeres”. Ed. Unsam Edita,
2019.
[4] George Steiner: “La muerte de la
tragedia”, Fondo de Cultura Económica, 2012, Madrid, España.
[5] Cabe recordar a Lacan quien en “Hablo
a las paredes” afirmaba: “Dentro de poco
tiempo, antes de cuatro o cinco años, vamos a estar sumergidos en problemas
segregativos a los que estigmatizaremos con el término racismo. Todos estos
problemas resultan del control de lo que sucede en el nivel de la reproducción
de la vida en seres que, en razón de que hablan, se encuentran con todo tipo de
problemas de conciencia.”
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