miércoles, 10 de junio de 2020

Marcas de amor




La clínica psicoanalítica nos presenta formas paradójicas de lo que llamamos “amor". El amor en sí resulta, por tal, una paradoja que incluye términos disyuntos. Por un lado, sabemos que el amor está trazado por la contingencia, pero por el otro, que sea contingente, no significa que sea libre, es decir, hay determinaciones inconscientes que asignan condiciones de amor para un sujeto. Amamos según condiciones inconscientes a aquel que suponemos sabe de una verdad desconocida. El tesoro del amor que un sujeto encuentra es un tesoro de saber, que vela una verdad, ese objeto que nos es desconocido pero que creemos re-conocer, reencontrar en el otro, cuando se produce lo que llamamos amor.
En Aún, Lacan habla del amor en términos diferentes de como lo venía planteando en los primeros tiempos, deja de lado el narcisismo en la elección de amor y se adentra en el terreno del reconocimiento y de la relación entre inconscientes. ¿Cómo se puede crear una relación entre dos inconcientes?. Lacan se responde; a través del amor.
El otro no sólo sabe sobre la verdad que me habita sino que en él reconozco mis propias marcas. Marcas que, en tanto tales, no son el objeto sino los vestigios de su ausencia. 
Para que haya amor, se deberá atravesar también ese pasillo oscuro de la ausencia.
La demanda de amor siempre es demanda de presencia, amar para ser amado, para ser reconocido. Pero el reconocimiento está hecho de trazos borrosos, cuando se cree conocer al otro por lo que es, el sujeto se encuentra con sus sombras.
Laura relata en sesión que conoció a alguien por una app de citas. Dice que le atrajo particularmente, una postura particular, un modo de caminar que le provocaba una sensación de “seguridad”. 
En la primera cita, él le cuenta todas sus decepciones amorosas, en particular, las citas fallidas que ha tenido a través de apps.
Ella se propone ser la cita que no falla, y hace infinidad de cosas para que sea perfecta. 
Al poco tiempo, él le dice que ella le da tanta seguridad que lo abruma. 
Laura se ve confrontada a la pregunta por lo que él quiere. ¿Le doy seguridad y no le alcanza?. En esa pregunta es ella alcanzada por esa postura, ese rasgo del que queda prendada desde el inicio. 
Su pregunta irá desde la seguridad al abandono. Recuerda la quiebra del negocio de su padre, y  que este dejó todo para mudarse al exterior. Su madre no quiso acompañarlo. A los 7 años, lo vio por última vez.
¿Qué recuerda de él en sesión? La primer postal que él le envía al asentarse en Europa, y  una postura particular de “hombre" – dice ella – (no de un padre), un hombre que pudo conquistado todo pero dejándola a ella atrás. 
Ella quiere ser esa conquista que no falla y, es por ello, que necesita fallar, cada vez.
Se ve compelida a estar pendiente de todo signo de amor y de presencia para no encontrarse con una ausencia desoladora.
En el Seminario 21 dice Lacan; “El amor es dos medio-decires que no se recubren". 
Los signos de amor serán siempre marcas que evoquen un vacío central al que, para amar, el sujeto deberá consentir. Vacío que puede recubrirse con amor o con un síntoma, o con lo sintomático de todo amor.

María Paula Giordanengo 

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