Una introducción
En la actualidad asistimos a un espectáculo de diagnósticos en el mundo
Psi, algunos incluso introducidos por un discurso que nos es lejano, ajeno, y
que sin embargo está en boca de todos. Se trata de los diagnósticos extraídos
de los manuales de psiquiatría conocidos bajo el nombre de DSM, siendo el V su
última versión. Ya sea en el campo de la infancia bajo la denominación de TEA
(trastorno del espectro autista) o de Ataque de pánico o Trastornos de Ansiedad
en el caso de los adultos, estas nominaciones determinan prácticas de las
cuales es necesario interrogarse para poder determinar su alcance y su
eficacia. Sabemos que en el manual DSM V, lo que encontramos son trastornos
agrupados bajo un número determinado de síntomas y que es la presencia de
algunos de estos lo que se inscribe como trastorno. Estos síntomas pueden
localizarse fenomenológicamente, esto es, lo que cualquier espectador puede
“ver” ya sea en su conducta o en la de otros. Lo llamativo es que estos
indicadores expuestos por una Psiquiatría Norteamericana tengan tanto impacto
en nuestras vidas, lejos de aquellas latitudes.
Hoy es muy común que un Médico, un Docente o cualquier ciudadano pueda
decir: “eso que tenés es un ataque de pánico o ansiedad oral”, cuestiones que
se escuchan a menudo en la práctica clínica. Otro factor a destacar es que esto
que parece novedoso, ya fuera expuesto en el año 1895 por Freud en un texto
cuyo título es “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un
determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”, pero con otros
condimentos. Así como los diagnósticos expuestos en el DSM carecen de
etiología, esto es, se trata de enfermedades que hay que curar sin conocer las
causas, lo que el Psicoanálisis introduce de la mano de Freud es la búsqueda
incesante de una causa psíquica al padecimiento, antes de enmendarse en un
tratamiento de lo cual no se sabe qué combatir.
Freud tempranamente comenzó a
escuchar la palabra ligada al cuerpo, introduciendo una lectura del cuerpo
textual que siempre dice más o menos de lo que quiere decir, en el sentido de
que lo que se enuncia, no coincide con la significación ligada a ello. En el
texto citado, Freud llevará a cabo una exhaustiva explicación fenomenológica
primero de los síntomas articulados a la angustia, pasando por las relaciones
de la palabra angustia con otros términos y donde James Strachey, encargado de
los comentarios, dirá que la palabra angustia no es un tecnicismo psiquiátrico,
sino que Freud la extrae del lenguaje cotidiano de los alemanes, para darle luego
un estatuto Psicoanalítico.
Finalmente, expondrá algunas
hipótesis causales para vincular el fenómeno (aquello que puede ser descripto
como síntoma de la angustia) con una estructura que le permitirá introducir el
concepto de Inconsciente. Entonces, antes que modificar una conducta per se,
lo que habrá que ver es aquello que la motiva, aquello que le da vida al
síntoma y por el mismo movimiento, descubrir en el síntoma, no algo a eliminar,
sino algo que debe ser puesto a enlazarse en el trabajo de asociación, para
ligar aquello que aparece como escapando a la significación, fenómeno propio de
la angustia. ¿No se trata acaso de esto en la angustia? ¿De algo que aparece en el cuerpo sin saber de qué se trata?
Opresión en el pecho, palpitaciones, sudor en las manos, mareos, sensaciones de
ahogo, vértigo, pensamientos perturbadores, dolores en diferentes lugares del
cuerpo, insomnio, etc. Algo, que se
vislumbra como imposible de ligar a una representación, comanda la vida y de lo
que se trata es de buscar aquello en lo que se encuentra enmarcada y que
ninguna pastilla o etiqueta podrá dar la razón de una causa, que no es
solamente causa de malestares, sino que, lo que evidencia, es que la vida misma
tiene causa, y la angustia es su expresión más cercana.
Jorge Luis Rivadeneira
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