viernes, 11 de octubre de 2019

Las (desin)vestiduras de la angustia

Una introducción






En la actualidad asistimos a un espectáculo de diagnósticos en el mundo Psi, algunos incluso introducidos por un discurso que nos es lejano, ajeno, y que sin embargo está en boca de todos. Se trata de los diagnósticos extraídos de los manuales de psiquiatría conocidos bajo el nombre de DSM, siendo el V su última versión. Ya sea en el campo de la infancia bajo la denominación de TEA (trastorno del espectro autista) o de Ataque de pánico o Trastornos de Ansiedad en el caso de los adultos, estas nominaciones determinan prácticas de las cuales es necesario interrogarse para poder determinar su alcance y su eficacia. Sabemos que en el manual DSM V, lo que encontramos son trastornos agrupados bajo un número determinado de síntomas y que es la presencia de algunos de estos lo que se inscribe como trastorno. Estos síntomas pueden localizarse fenomenológicamente, esto es, lo que cualquier espectador puede “ver” ya sea en su conducta o en la de otros. Lo llamativo es que estos indicadores expuestos por una Psiquiatría Norteamericana tengan tanto impacto en nuestras vidas, lejos de aquellas latitudes.
Hoy es muy común que un Médico, un Docente o cualquier ciudadano pueda decir: “eso que tenés es un ataque de pánico o ansiedad oral”, cuestiones que se escuchan a menudo en la práctica clínica. Otro factor a destacar es que esto que parece novedoso, ya fuera expuesto en el año 1895 por Freud en un texto cuyo título es “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia”, pero con otros condimentos. Así como los diagnósticos expuestos en el DSM carecen de etiología, esto es, se trata de enfermedades que hay que curar sin conocer las causas, lo que el Psicoanálisis introduce de la mano de Freud es la búsqueda incesante de una causa psíquica al padecimiento, antes de enmendarse en un tratamiento de lo cual no se sabe qué combatir.
 Freud tempranamente comenzó a escuchar la palabra ligada al cuerpo, introduciendo una lectura del cuerpo textual que siempre dice más o menos de lo que quiere decir, en el sentido de que lo que se enuncia, no coincide con la significación ligada a ello. En el texto citado, Freud llevará a cabo una exhaustiva explicación fenomenológica primero de los síntomas articulados a la angustia, pasando por las relaciones de la palabra angustia con otros términos y donde James Strachey, encargado de los comentarios, dirá que la palabra angustia no es un tecnicismo psiquiátrico, sino que Freud la extrae del lenguaje cotidiano de los alemanes, para darle luego un estatuto Psicoanalítico.
   Finalmente, expondrá algunas hipótesis causales para vincular el fenómeno (aquello que puede ser descripto como síntoma de la angustia) con una estructura que le permitirá introducir el concepto de Inconsciente. Entonces, antes que modificar una conducta per se,  lo que habrá que ver es aquello que la motiva, aquello que le da vida al síntoma y por el mismo movimiento, descubrir en el síntoma, no algo a eliminar, sino algo que debe ser puesto a enlazarse en el trabajo de asociación, para ligar aquello que aparece como escapando a la significación, fenómeno propio de la angustia. ¿No se trata acaso de esto en la angustia? ¿De algo que aparece en el cuerpo sin saber de qué se trata? Opresión en el pecho, palpitaciones, sudor en las manos, mareos, sensaciones de ahogo, vértigo, pensamientos perturbadores, dolores en diferentes lugares del cuerpo, insomnio, etc. Algo, que se vislumbra como imposible de ligar a una representación, comanda la vida y de lo que se trata es de buscar aquello en lo que se encuentra enmarcada y que ninguna pastilla o etiqueta podrá dar la razón de una causa, que no es solamente causa de malestares, sino que, lo que evidencia, es que la vida misma tiene causa, y la angustia es su expresión más cercana.         



Jorge Luis Rivadeneira



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