sábado, 15 de agosto de 2020

EL ASCO ES UN MONTAJE DE LA PULSIÓN


El día 13 de agosto de este año, mientras nos encontramos en la llamada fase 1 de aislamiento social y obligatorio, una mujer quiso pasar los controles policiales sin un justificativo necesario para ello. La consecuencia fue la negativa por parte de la policía, a partir de lo cual la mujer, que además había dado a entender que tenía síntomas compatibles con COVID-19, escupió a los policías, lo cual generó un gran revuelo. Esto sucedió en Río Grande, Tierra del Fuego. Algunos medios locales, describieron al episodio como “un hecho indignante y repulsivo, una situación asquerosa e irresponsable”. Es interesante cómo a un “delito de atentado y resistencia a la autoridad”, se le adhiere lo repulsivo y asqueroso. Por supuesto que esto habla, una vez más, de los efectos subjetivos de la pandemia, a los que todavía se hace oídos sordos.

Ahora bien, el asco, es una reacción que encontramos en las personas desde muy temprano y cualquier observación en el seno de una familia puede dar cuenta de ello. Se trata simplemente del encuentro con un objeto que en principio se presenta como extraño a lo ya conocido. Sin intentar hacer un análisis exhaustivo de lo observado, simplemente me gustaría destacar que si bien algunos bebés no llegan a “agarrar” la teta, los que lo consiguen, constituyen este primer objeto (la leche materna) como lo conocido. Por supuesto que hay ciertos sabores, que al tener un impacto sobre las papilas gustativas, dan la impresión de que algo les ha generado una sensación diferente. Vale observar a un bebé chupando un limón, para poder ver los cambios en su rostro, imagen que pude visualizar en reiteradas oportunidades, incluso como un juego con el niño o la niña. Habría que poder establecer si esto es ya una sensación de asco, y en principio me inclinaría a pensar que se trata de otra cosa. No está de más recordar, en este punto, que al bebé no suelen darle asco su propio excremento, así como tampoco jugar con la comida y enchastrarse. Quienes hemos trabajado en el campo de la educación inicial, sabemos que uno de los pilares de las actividades tiene que ver con la posibilidad de jugar con los colores, los sabores, los olores, las texturas, etc, lo que daría cuenta, según cierta norma pedagógica, de la posición del niño o la niña respecto del Otro.

 

 

 Imagen de Joan Ponç


Ahora bien, ¿Cuándo entonces comienza esa particular reacción de asco? Es una pregunta que en cada caso cobrará su sentido. Si bien Freud ubicó al asco, al igual que a la vergüenza y al pudor del lado de los diques psíquicos productos de la represión, me interesa dar una vuelta sobre el asunto a partir de la relación que Lacan establece en el seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis” cuando aborda el “Desmontaje de la Pulsión”.

Allí Lacan, ante una pregunta del auditorio sobre la estructura del borde, dirá que hay que ubicar ciertos “anexos” de la pulsión, cuando su recorrido ha pasado “por la pendiente de la realidad y se presenta como un paquete de carne, surge esa forma de desexualización tan manifiesta en la histeria” y que da como resultado la reacción de asco. Y más adelante plantea que “justamente en la medida que se excluyen zonas erógenas anexas, conexas, otras adquieren su función”.

Así es que la reacción de asco, tan común en nosotros, ante el encuentro con algún objeto en el campo de la mirada, de lo que se huele u oye, así como de lo que tocamos o incluso evocamos, no es como se considera, un rechazo de algo cuyo carácter sexual provocaría tal efecto, sino más bien es lo que vendría a intentar restituir lo sexual, producto de lo que Lacan llama la “desexualización de la pulsión”. El asco así, no sería tanto un producto de la represión, un mantener alejado aquello que se presenta como insoportable, sino una marca de lo sexual, su restauración, en un campo que se constituye por su acto. Si lo que angustia es justamente que falta la falta, es decir, si el objeto del deseo, siempre efímero, desaparece, el asco se constituye como la posibilidad de instituir ahí un deseo, bajo el montaje de la Pulsión, siguiendo a Lacan.

Es por esta vía que el asco se perfila como un elemento fundamental del erotismo por la vía del deseo, en tanto el objeto que se ofrece como pantalla del asco, es una forma de imaginarizar un horizonte allí donde ya no había ninguno. No es un rechazo de la sexualidad entonces lo que daría el trasfondo del asco, sino más bien un intento de reconstituirla, por el engendramiento de una desexualización que habrá que localizar en la relación del sujeto con su causa.

Para finalizar, diré brevemente que aquello con lo que comencé el texto, habla a las claras de que el sujeto buscará emerger, en un contexto donde la lógica del desplazamiento del mundo ha cambiado, por los caminos que sean posibles. Sin dejar de ubicar el delito allí cometido, no es menos importante detenerse a pensar que la sexualidad sigue siendo fundamental para pensar nuestra vida, hasta como una forma de resistencia cuando del Otro, no podemos captar su falta.  

     

Jorge Luis Rivadeneira

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