El día 13 de agosto de este año,
mientras nos encontramos en la llamada fase 1 de aislamiento social y
obligatorio, una mujer quiso pasar los controles policiales sin un
justificativo necesario para ello. La consecuencia fue la negativa por parte de
la policía, a partir de lo cual la mujer, que además había dado a entender que
tenía síntomas compatibles con COVID-19, escupió a los policías, lo cual generó
un gran revuelo. Esto sucedió en Río Grande, Tierra del Fuego. Algunos medios
locales, describieron al episodio como “un hecho indignante y repulsivo, una
situación asquerosa e irresponsable”. Es interesante cómo a un “delito de
atentado y resistencia a la autoridad”, se le adhiere lo repulsivo y asqueroso.
Por supuesto que esto habla, una vez más, de los efectos subjetivos de la
pandemia, a los que todavía se hace oídos sordos.
Ahora bien, el asco,
es una reacción que encontramos en las personas desde muy temprano y cualquier
observación en el seno de una familia puede dar cuenta de ello. Se trata
simplemente del encuentro con un objeto que en principio se presenta como
extraño a lo ya conocido. Sin intentar hacer un análisis exhaustivo de lo
observado, simplemente me gustaría destacar que si bien algunos bebés no llegan
a “agarrar” la teta, los que lo consiguen, constituyen este primer objeto (la
leche materna) como lo conocido. Por supuesto que hay ciertos sabores, que al
tener un impacto sobre las papilas gustativas, dan la impresión de que algo les
ha generado una sensación diferente. Vale observar a un bebé chupando un limón,
para poder ver los cambios en su rostro, imagen que pude visualizar en
reiteradas oportunidades, incluso como un juego con el niño o la niña. Habría
que poder establecer si esto es ya una sensación de asco, y en principio me
inclinaría a pensar que se trata de otra cosa. No está de más recordar, en este
punto, que al bebé no suelen darle asco su propio excremento, así como tampoco
jugar con la comida y enchastrarse. Quienes hemos trabajado en el campo de la
educación inicial, sabemos que uno de los pilares de las actividades tiene que
ver con la posibilidad de jugar con los colores, los sabores, los olores, las
texturas, etc, lo que daría cuenta, según cierta norma pedagógica, de la
posición del niño o la niña respecto del Otro.
Ahora bien, ¿Cuándo entonces comienza esa particular reacción de asco?
Es una pregunta que en cada caso cobrará su sentido. Si bien Freud ubicó al
asco, al igual que a la vergüenza y al pudor del lado de los diques psíquicos
productos de la represión, me interesa dar una vuelta sobre el asunto a partir
de la relación que Lacan establece en el seminario “Los cuatro conceptos
fundamentales del Psicoanálisis” cuando aborda el “Desmontaje de la Pulsión”.
Allí Lacan, ante una pregunta del auditorio sobre la estructura del
borde, dirá que hay que ubicar ciertos “anexos” de la pulsión, cuando su
recorrido ha pasado “por la pendiente de la realidad y se presenta como un
paquete de carne, surge esa forma de desexualización tan manifiesta en la
histeria” y que da como resultado la reacción de asco. Y más adelante plantea
que “justamente en la medida que se excluyen zonas erógenas anexas, conexas,
otras adquieren su función”.
Así es que la reacción de asco, tan común en nosotros, ante el
encuentro con algún objeto en el campo de la mirada, de lo que se huele u oye,
así como de lo que tocamos o incluso evocamos, no es como se considera, un
rechazo de algo cuyo carácter sexual provocaría tal efecto, sino más bien es lo
que vendría a intentar restituir lo sexual, producto de lo que Lacan llama la
“desexualización de la pulsión”. El asco así, no sería tanto un producto de la
represión, un mantener alejado aquello que se presenta como insoportable, sino
una marca de lo sexual, su restauración, en un campo que se constituye por su
acto. Si lo que angustia es justamente que falta la falta, es decir, si el
objeto del deseo, siempre efímero, desaparece, el asco se constituye como la
posibilidad de instituir ahí un deseo, bajo el montaje de la Pulsión, siguiendo
a Lacan.
Es por esta vía que el asco se perfila como un elemento fundamental
del erotismo por la vía del deseo, en tanto el objeto que se ofrece como
pantalla del asco, es una forma de imaginarizar un horizonte allí donde ya no
había ninguno. No es un rechazo de la sexualidad entonces lo que daría el
trasfondo del asco, sino más bien un intento de reconstituirla, por el
engendramiento de una desexualización que habrá que localizar en la relación
del sujeto con su causa.
Para finalizar, diré brevemente que aquello con lo que comencé el
texto, habla a las claras de que el sujeto buscará emerger, en un contexto
donde la lógica del desplazamiento del mundo ha cambiado, por los caminos que sean
posibles. Sin dejar de ubicar el delito allí cometido, no es menos importante
detenerse a pensar que la sexualidad sigue siendo fundamental para pensar
nuestra vida, hasta como una forma de resistencia cuando del Otro, no podemos
captar su falta.
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